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Manual del Perfecto Gay - Fanfiction Harry Potter
Perlita loves Quino's work
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PerlaNegra - Harry Potter Slash Fanfiction

De Rodillas

Capítulo 5

 

Viernes 5 de octubre del 2004, 2:03 pm

 

Potter de verdad tenía influencias. Weasley no me dijo ni "pío" cuando llegué a firmar los documentos donde confirmo que soy un mortifaguito reformado y que no tengo intenciones de cometer ningún tipo de maldición mortifáguea durante las siguientes dos semanas. Weasley empujó el pergamino por encima de su escritorio hacia mí y me arrojó un bolígrafo. Firmé, le arrojé el bolígrafo de regreso y empujé la declaración jurada hacia él. Chapoteé en el casi irresistible deseo de regodearme ante él de tener a Potter de mi lado, pero, aunque en algunas ocasiones pudiera ser monumentalmente insensato, no soy estúpido. Así que todo lo que dije fue:

 

—¿Ya puedo irme?

 

Y todo lo que él dijo fue:

 

—Lárgate de aquí, Malfoy.

 

Consideré que esa situación era inmejorable y que no podía perder nada pasara lo que pasara, que cuando regresé a Grimmauld Place dormí como un bebé hasta que Potter me despertó para mi baño. Después, nos comimos nuestra cena y revisé El Profeta, trazando un círculo alrededor de varios anuncios de apartamentos en la sección de clasificados en anticipación a nuestra cacería de cuartos del día siguiente.

 

Sábado 6 de octubre del 2004, 3:46 pm.

 

Ni siquiera la presencia de Harry Potter evitó que varias personas me escupieran o me cerraran la puerta en las narices. Incluso, una anciana trató de estrangularme de verdad. Era muy parecido a mi experiencia anterior y se volvió bastante predecible: golpeábamos la puerta o tocábamos el timbre, el dueño veía a Potter, se desbarataban por saludarlo de mano, me veían a mí, se daban cuenta de quién era en realidad el que necesitaba alquilar el cuarto (¡como si en verdad Potter estuviera considerando vivir en un apartamento pulgoso del sexto piso de un edificio sin ascensor!), hacía su aparición el hecho de haber sido un mortífago y ambos, Potter y yo, éramos echados del lugar. Ninguno de esos cuartos era mucho mejor que el sitio donde había estado viviendo últimamente; sólo estaban ligeramente menos apestosos, menos húmedos y menos sucios. Pero ligeramente mejor es ligeramente mejor, así que me sentí decepcionado y comencé a alarmarme un poco cuando los rechazos empezaron a acumularse. Si la presencia de Potter no importaba, era realmente sorprendente que yo no estuviera durmiendo en la calle.

 

—¿Cómo encontraste el lugar que actualmente rentas?

 

Estábamos tomándonoslo con calma, Potter emparejándose a mi lento caminar.

 

—Es de los Flint. ¿Recuerdas a Marcus Flint? El que tenía unos dientes que cualquier dentista hubiera amado con locura.

 

Después de haber tachado de la lista no menos de once lugares, nos encaminamos a nuestras dos últimas opciones. Potter me sostenía del codo con mano firme, ayudándome a subir las escaleras.

 

—Tienes que tener una tina, Malfoy —gruñó Potter mientras golpeaba otra puerta más.

 

—¿Parece como si esto fuera mi culpa? —respondí. Me dolían las rodillas, pero primero muerto antes de decírselo a Potter. Sólo nos quedaban dos lugares más por ver. Podía soportarlo. La mención que Potter había hecho al episodio con el hipogrifo días antes en el hospital, me escoció. Qué típico. Aquel incompetente de Hagrid nos salía con esas criaturas malévolas como si fueran gatitos de tres semanas de nacidos, y yo era etiquetado como un mariquita porque no había hecho una reverencia lo suficientemente profunda y la cosa ésa casi me había arrancado el brazo.

 

Un hombre de mediana edad, gordo y casi calvo, abrió la puerta que Potter acababa de golpear. Vistiendo sólo una camiseta interior que no cubría muy bien su estómago, el hombre llevaba en la mano un enorme tarro de cerveza lleno hasta el borde. Casi se le cayó cuando vio quién estaba parado ante su puerta.

 

—Venimos a ver el cuarto —le dije.

 

—No considero que tú necesites un lugar para dormir —le dijo el hombre a Potter—. ¿Es para él? —Me señaló con uno de sus pulgares.

 

¡Mi radar estaba gritando "No, no, no"! Potter sintió la misma vibra porque me hizo una seña negativa con la cabeza y luego deslizó su mano por debajo de mi codo.

 

El gordo me miró apreciativamente de arriba abajo y se relamió.

 

—Le haré un descuento en la renta del cuarto. ¡Mira que tener un mortífago bonito! No me molestaría compartirlo contigo.

 

Potter lo golpeó y lo tiró al piso.

 


 

Nos apareció a ambos en la calle y me metió a empujones dentro de un largo pasillo. Mantuve la cabeza baja porque, maldita sea, estaba así de cerca de perder el control.

 

—¿Malfoy?

 

No podía responder porque la verdad era que si ese cuarto hubiera estado un poco decente, yo lo habría alquilado. Porque no podía permitirme volver a sentir ese dolor. Ahora que sabía lo que era caminar y no tener que apretar las mandíbulas y contener una mueca o un gemido a cada paso… En Azkaban el dolor había sido gradual, incrementándose semana a semana, con mi umbral de dolor aumentando y aumentando para enfrentarse a cada nueva agonía. Pero Potter había destruido eso. ¿Y la idea de regresar a semejante infierno? ¿A vivir de nuevo con eso de manera cotidiana? No. Yo habría chupado el pene de aquel imbécil y me habría obligado a soportar los jadeos contra mi oreja que seguramente hubieran seguido a eso, porque deseaba tan desesperadamente poder tener un baño con tina.

 

Potter se acercó violentamente hacia mí, en esa ocasión no abrazándome, pero sí ofreciéndome algo sobre qué desplomarme. Y lo hice, otra vez tan hambriento de confort humano que no me importaba tomarlo de alguien como Potter, y otra vez, completamente sorprendido de que Potter me lo estuviera dando.

 

—No te dejaré alquilar ese cuarto —dijo, su voz era baja pero así hizo eco contra los muros de aquel cavernoso pasillo—. No con ese… En el peor de los casos, puedes quedarte en Grimmauld Place. Yo sólo lo uso de vez en cuando. Ginny regresa el domingo siguiente, así que… Sí.

 

Yo no había llorado en años, así que, ¿por qué estaba encorvado en el rincón de un pasillo asqueroso, luchando para no dejarme arrastrar y llorar hasta que se secasen los ojos?

 

—Estoy bien —murmuré después de un par de minutos, enderezándome en toda mi estatura y encarando a Potter. Nuestros rostros quedaron a no más de diez centímetros el uno del otro—. Te ves cansado, Potter. —En esa ocasión no pude evitarlo. Con mis pulgares, acaricié las arrugas de cansancio que ahora sabía, eran permanentes en él.

 

—Hmmm, un poco. Todavía nos queda un lugar más para ir. ¿Estás listo? ¿Te están molestando las rodillas?

 

Asentí. Potter agitó su varita sólo un poco y el dolor desapareció.

 

—Gracias… —Y las lágrimas estaban de regreso, y en esa ocasión no escondí la cara porque no tuve la energía para hacerlo. El pensamiento de otro rechazo horrible, o peor, de ser reducido otra vez a alguien que no tiene más remedio que prostituirse…

 

Potter hizo de nuevo esa cosa con su mano tomando mi barbilla y dijo:

 

—Estoy aquí, Malfoy. Nadie va a lastimarte.

 

Dejé escapar un suspiro, sorbí los mocos y me animé.

 

—Vamos a hacerlo —dije con una voz que sonaba mucho más segura de lo que yo me sentía.

 

Caminamos varios metros antes de que yo pusiera una mano sobre su hombro para detenerlo.

 

—¿Quién te salva a ti, Potter?

 

Potter me obsequió una lánguida sonrisa y un pequeño encogimiento de sus delgados hombros. El corte de su túnica no hacía nada para esconder lo flaco que era, y comenzamos a caminar otra vez, su mano tibia sobre mi codo.

 


 

A veces creo que ese asunto completo acerca de las cuatro casas teniendo diferentes rasgos atribuidos a ellas es sólo un montón de mierda. Ahí tienes a Zacharias Smith, por ejemplo. El imbécil más irritante y provocador que ha pisado la Tierra. Hasta donde yo sabía, la mayoría de los Hufflepuffs no eran más que mobiliario humano. No creo haber charlado con uno solo de ellos durante mis siete años en el colegio. Al menos estoy seguro de jamás haber charlado con Smith, pero como siempre estaba quejándose de algo, era imposible ignorar su molesta y aguda voz. Potter parecía compartir mi desprecio, porque cuando Smith abrió la puerta, la mano de Potter casi me aplastó el codo.

 

—Smith —gruñó.

 

—Potter —gruñó Smith en contestación. Era obvio que la antipatía era mutua. Entonces, Smith me vio a mí. Me armé de valor; si él odiaba a Potter, su reacción hacia mí sería…

 

—Malfoy —me saludó efusivamente, ofreciéndome su mano. Se la tomé en reacción automática. No fue sino hasta más tarde cuando me di cuenta de que no había saludado a Potter así.

 

Como todos los demás que había visto después de la guerra, Smith había cambiado bastante. Continuaba teniendo esa voz chirriante y de tono alto que me mataba de ansias, pero había echado carnes y, para mi buena suerte, estaba bastante bueno –si es que no te molestan los rubios con caras rubicundas. Pero, por otra parte, ¿quién estaba mirando su cara?

 

Potter ni siquiera pudo contener su sorpresa y dejó escapar un chillido de la impresión.

 

—Pasen, pasen. Tomen asiento. —Smith nos condujo hacia un sofá algo estropeado y que estaba cubierto de pelo de gato—. Me imagino que no es una visita de cortesía. ¿Estás interesado en el cuarto? Espero que no seas alérgico a los gatos. En este momento estoy cambiando de trabajo y un compañero para compartir los gastos me vendría bastante bien.

 

—¿Te despidieron otra vez, Smith? —Un comentario mordaz bastante inusual de parte de Potter. Eso se estaba poniendo divertido.

 

—No, Potter, de hecho, me despidieron por reducción en la plantilla, para que lo sepas —resopló Smith—.Gringotts está recortando gastos. Todos los bancos lo están haciendo.

 

Ignoró el tosido de Potter que indudablemente sonó como un "Claro".

 

—Han estado especulando mucho en el mercado de valores muggle —continuó Smith sin perder el ritmo—. Los rendimientos no son lo que solían ser. Pero no creo que tú sepas mucho acerca de finanzas, ¿o sí, Potter? ¿Sigues curando padrastros en San Mungo?

 

A pesar del hecho de que era alto, había algo en Smith que me recordaba a un gallo pendenciero. Cuando hablaba amenazadoramente tenía una tonta manera de empujar la barbilla hacia fuera, lo que acompañaba con un movimiento hacia atrás de sus hombros. Hombros que eran, hay que reconocerlo, bastante anchos y que insinuaban montones de músculos debajo de su suéter, el cual, francamente, necesitaba ya de una lavada.

 

A pesar de lo divertido de la situación, no podía darme el lujo de permitir que siguiera provocando a Potter.

 

—¿Cuánto pides por el cuarto, Smith? —le pregunté.

 

Smith le dirigió a Potter una mueca de desprecio antes de regresar su atención hacia mí, y entonces, me regaló "la" sonrisa. ¡Adorado Merlín, yo le gustaba a Smith!

 

—Cuarenta y cinco galeones al mes. Desafortunadamente, tendremos que compartir el baño —se disculpó.

 

Eso se adaptaba a mi presupuesto. No había considerado compartir, pero encarémoslo. Yo no era una persona con el montón de gente atrás de mí pidiendo a gritos ser mis compañeros de habitación, pero podría funcionar de todas maneras. Eché un vistazo alrededor y olfateé. Sin moho. Un punto a favor. Smith no era el cabrón más limpio del mundo y a mí no me gustaban los gatos para nada, pero ese apartamento era muchísimo más bonito que mi cuarto anterior y, dado mi horario de trabajo, Smith y yo no nos veríamos mucho el uno al otro.

 

—¿Puedo ver el cuarto?

 

Potter me ayudó a ponerme de pie. Basándome en su lenguaje corporal y en ese ceño fruncido que tenía, supe que estaba bastante disgustado. Potter nunca sentía una emoción sin exteriorizarla al máximo, y en ese momento dos de ellas estaban librando una cruenta batalla por ser la estrella principal. Era difícil decir cuál de las dos emociones ganaría: si su intensa antipatía hacia Smith o su enojo contra mí.

 

Smith gesticuló hacia la puerta abierta y yo asomé la cabeza. El cuarto era oscuro y no tenía muebles, pero cuando trabajas por la noche, la oscuridad es un valor agregado. Quizá podría robarme un colchón y un tocador del ático de Grimmauld Place. No necesitaba nada más.

 

Estaba a punto de abrir la boca para sellar el trato, cuando Potter habló.

 

—Tenemos muchos otros lugares qué ver, Smith. Gracias por tu tiempo. —Ese "gracias" fue un poco más que un gruñido sofocado.

 

—Oh —suspiró Smith claramente decepcionado y me miró con expectación.

 

—Regresaré aquí. Mañana —le aseguré, obsequiándole una sonrisa alentadora y pisándole un pie a Potter.

 

—¡Genial! —dijo Smith con una enorme cantidad de entusiasmo—. Oye, Malfoy, ¿te gustaría cenar conmigo la semana que viene? ¿Para recordar viejos tiempos? —Sonrió, ignorando completamente a Potter, y luego se relamió el labio inferior casi imperceptiblemente mientras echaba una brevísima mirada hacia mi entrepierna.

 

Creo que Potter resolló o hipó o algo; en realidad no estaba poniendo nada de atención. Smith tenía una bonita sonrisa, era todo dientes y carnoso labio inferior. El viejo Zach Smith no se veía nada mal cuando se quedaba callado. Yo ensanché mi sonrisa y ahí estuvo. Una mutua declaración. Un reconocimiento sexual de que oh, sí… yo le gusto y si él juega sus cartas correctamente, entonces podría corresponderle.

 

Por primera vez yo estaba a cargo. Tenía la sartén por el mango. Y aunque pudiera no ser muy inteligente tener sexo con un potencial compañero de cuarto, sólo me estaba invitando a cenar. Con una paja o dos de postre, a decir del brillo en los ojos de Smith.

 

—Te mandaré una lechuuuuuuuuuuuuu… —Mi voz fue bajando hasta desvanecerse cuando Potter nos apareció a los dos de regreso a Grimmauld Place.

 


 

Me apoyé contra la mesa de la cocina para estabilizarme, habiendo perdido el equilibrio por culpa del salvaje tirón de la aparición de Potter. En absoluto fue el más suave de los aterrizajes.

 

Una vez que ya no estuve en peligro de caerme al suelo, grité:

 

—¡¿Estás demente, o qué?!

 

Potter no respondió, sólo se quedó ahí parado, envolviéndose con sus propios brazos y tan furioso que yo esperaba que las sartenes y las ollas comenzaran a bailar en los estantes en cualquier momento.

 

—¿Qué demonios sucede contigo? —mascullé entre dientes—. Era un cuarto, estaba barato y tenía un baño. Y aunque a ti no te moleste jugar el papel de Don Generoso, yo preferiría no seguir siendo tu obra de caridad del momento. —Tiré de una silla y me senté en ella.

 

Potter permaneció parado, su boca moviéndose nerviosamente como si estuviera muriéndose por decir algo pero no pudiera encontrar la manera de hacerlo. Comenzó a pasearse por la cocina.

 

—Él… Smith… él…

 

—¿Qué? —espeté.

 

—Es un completo idiota. —Potter siguió despotricando y marchando una y otra vez de un lado a otro de la cocina—. Siempre fue un pesado y un maldito cobarde. Cuando hicieron la primera evacuación de Hogwarts, dejó estampadas las huellas de sus zapatos en las espaldas de varios niños de primer año en su prisa por huir del colegio.

 

Levanté la mano y removí los dedos.

 

—¿Recuerdas lo que soy? Un mortífago. Suelo comer idiotas como desayuno.

 

Deteniéndose por un segundo, Potter gritó:

 

—¡Le gustas! —y entonces comenzó de nuevo con su frenético ir y venir.

 

—Buena observación, Potter. Sí, yo le gusto. ¿Y?

 

Sacudió los brazos como un demente y luego se dejó caer pesadamente sobre la silla más cercana a la mía.

 

—¿Y esto por qué…? ¿Y esto por qué es diferente a…? —Cerró la boca abruptamente e hizo esa típica mueca suya de convertir los labios en una delgada línea.

 

En verdad yo debería haberme sentido conmovido ante la ferviente actitud sobreprotectora de Potter, pero sucedió completamente lo contrario; me enfureció.

 

—Porque en esta ocasión, yo soy quien tiene el control, grandísimo ignorante. Smith está ofreciendo, no tomando a la fuerza. —Me sentía tan enojado que no podía soportar permanecer en el mismo sitio que él. Me levanté y me moví de la manera equivocada, lo cual me dolió con ganas. Y eso, sólo me hizo enfurecer más. Llegué hasta la entrada de la cocina arrastrando los pies y me colgué del quicio de la puerta, tratando de disminuir la presión sobre mis rodillas—. Tú podrás haber tenido una vida sexual muy activa, estando casado y todo eso, pero yo no he tenido sexo en cinco años. Y no, no voy a considerar como sexo lo que tuve que hacer para sobrevivir o para obtener un poco de ungüento o de comida. Y si mi primer acostón en cinco años es con un imbécil de buen cuerpo como Smith…

 

Moviéndose tan rápido que no fue nada más que un borrón, Potter se empujó lejos de la mesa y me atrapó contra el marco de la puerta, hombro contra hombro, cadera contra cadera, oreja contra oreja.

 

Me preparé para el golpe, para el hechizo.

 

Potter levantó una mano, la llevó hasta lo alto de mi cabeza y comenzó a acariciar mi cabello. Con la otra mano acunó mi nuca, su pulgar acariciándome gentilmente de arriba hacia abajo.

 

—No… No con él.

 

—¿Potter?

 

—Con… Yo… Yo te… —susurró, su aliento caliente sobre mi cuello.

 

Era imposible ignorar el deseo gritando descaradamente por cada poro de su cuerpo. Podía olerlo en él. Esa carta. ¿Potter era aquel tío que había estado considerando su situación matrimonial porque creía que podía ser gay? Con el trabajo maravilloso y la esposa maravillosa y la vida perfecta, y que aún así no era feliz. Y había estado pensando en otros hombres. Y yo le había sugerido que experimentara con ellos. Y ahí estaba Potter, tirando por la borda toda su heterosexualidad, la evidencia "yendo en aumento" a cada momento, por así decirlo.

 

Dado que durante la última ocasión en la que yo no había tenido ninguna precaución había terminado encarcelado durante cuatro años, cualquiera hubiera creído que ahora yo estaría convertido en un chico un poco más tímido.

 

Aparentemente no.

 

—¿Me deseas? —mascullé y moví mis caderas contra él apenas un poco.

 

—Sí —murmuró y giró su cabeza justo lo suficiente para poder depositar los besos más breves y ligeros en la parte más suave de mi cuello, justo debajo de mi oreja. En algún punto del evento, de preferencia cuando Potter estuviese dormido, yo tendría mi bien merecido ataque de histeria. Porque Potter me estaba besando y estaba moviendo su erección contra mi cadera con un bamboleo enloquecedoramente grácil, y se empujaba, y gimoteaba como si nunca antes hubiera sentido cosa igual. Si yo hubiera sido una mejor persona, habría defendido el honor de su esposa y lo habría empujado lejos con un torturado "¡No, no debemos hacerlo!". Pero sucedió que lo único que pude hacer fue descubrir cuán apabullantemente maravilloso se sentía eso, y mucho más para él siendo resueltamente hetero, y que Smith estaba fuera de la jugada porque nada de lo que él pudiera hacerme se sentiría ni la mitad de bien.

 

Me moví para llevar mi boca hacia la de Potter.

 

—No, todavía no —dijo.

 

Recorrió mi pecho hacia abajo con sus dos manos, se dejó caer de rodillas frente a mí y comenzó a desabrochar mis pantalones.

 

—P-p-po-po —tartamudeé, lo cual fue lo más que pude hacer debido a que estaba en completo shock.

 

—¿Está bien?

 

Asentí y gemí cuando Potter sacó mi erección de mis calzoncillos y acarició la punta con su pulgar.

 


 

Fue la mejor de las mamadas y, al mismo tiempo, la peor de las mamadas. A pesar de que me gusta que me raspen un poco con los dientes, no me gusta así de mucho, y cuando me removí y murmuré "Tus dientes", Potter consiguió retirarse un poco, pero continuó siendo torpe, inepto y tosco. Pero no importaba. Justo ahí y en ese momento, yo me enamoré de Harry Potter. No podía existir en el mundo nada más simbólico y tan dolorosamente conmovedor que ese simple gesto de dejarse caer de rodillas sobre el suelo. Porque el héroe de guerra que había vencido a Voldemort no estaba por encima del hecho de ponerse de rodillas y colocar su boca sobre un mortífago para sanar todas las cosas horribles que me había visto obligado a hacer durante los últimos cuatro años. Su boca y su lengua eran tan gentiles y tan dulces que cuando llegué al orgasmo, estaba sollozando.

 

Me corrí pronto, naturalmente. Una interrupción sexual de catastróficas proporciones le da a uno un pene bastante sensible. Tiré de su cabeza justo a tiempo para vaciarme sobre su mano. Cuando pude hablar sin llorar, le dije:

 

—Vamos.

 

Después de subirme los pantalones, lo dirigí hacia el cuarto que él estaba ocupando en ese momento; me imaginé que no querría follarme en la habitación que compartía con su esposa. Él estaba imitando todo lo que yo hacía, así que cuando comencé a desnudarme, él lo hizo también. No podía dejar de mirarlo disimuladamente, y Dios, sí, era adorable. Todo tirante, enjuto y nervudo. Demasiado delgado, pero aún así, insoportablemente hermoso.

 

Potter no se había molestado en hacer su cama aquella tarde, así que sólo nos escabullimos debajo del montón de mantas y nos acomodamos de tal modo que quedamos acostados mirándonos a la cara. Con un gesto casi idéntico al que yo le había hecho un poco antes en el callejón Knockturn, Potter usó sus pulgares para limpiar las lágrimas de mis mejillas. Su erección reposaba ardiente contra mi cadera, y yo recorrí con un dedo provocador toda esa dureza. Potter suspiró de placer. Cuando moví mi mano alrededor de su cadera para acunar su trasero, gimió con deleite. Le facilité las cosas.

 

—Fóllame.

 

El cachondo hijo de puta se movió contra mi cadera y luego se retiró.

 

—Pero, yo nunca…

 

Sentí el calor de su sonrojo.

 

—No es muy diferente —le aseguré—. Yo me follé un par de chicas en Hogwarts en un intento monumentalmente estúpido de querer probar que no era gay,. Básicamente es lo mismo. Nada más hazlo despacio. Además, eres un sanador, ¿no?

 

Asintió.

 

—Más de alguna vez debes haber tenido que meterle los dedos a alguien por el trasero. Comienza con dos, luego sigue con tres, y usa mucho lubricante. También úsalo para untarte la polla. Deslízala despacio hacia dentro, acomoda las caderas y cuando yo te diga que te puedes mover, lo haces.

 

Todavía no parecía muy convencido. Yo alcancé un bote de lubricante de la mesita y lo estampé en su mano antes de girarme.

 

—¿Tienes condones? —le pregunté por encima de mi hombro—. Si follas como vuelas en escoba, no tenemos nada de qué preocuparnos.

 

Potter soltó una risita y luego sentí cosquillas en el trasero, obviamente algún encantamiento tipo condón que yo no conocía, y un momento después, sentí un dedo gentil. Apoyé las rodillas sobre la cama para levantar el culo y me estremecí cuando sentí dos dedos, y luego tres, y después, el calor y el peso de él. Dentro de mí. Joder.

 

Nada de qué preocuparnos. La mentira del año. Cristo, yo tenía tanto de qué preocuparme. Porque obviamente Potter no podía ser como el promedio. Fue pésimo (como en la mamada) y fue tan bueno (como en la follada). Tan bueno del tipo "Por favor, ¿podría embotellármelo para ordenar una dotación de por vida?". ¿Ginny Weasley-Potter sabía lo fenomenalmente suertuda que era, casada como estaba con uno de los polvos más ardientes de Inglaterra?

 

Los Slytherin solemos ver el sexo como un "yo te produzco un orgasmo, luego, tú me produces un orgasmo y todos felices". Mientras que todos tengamos al final de las festividades una enorme y complacida sonrisa en la cara, no importa el orden y nadie tiene derecho a quejarse. Pero con Potter no se trató de hacer que él se corriera primero, o de que yo me corriera primero, ni de ningún primero en absoluto. Se trató del colectivo, de los dos al mismo tiempo. Me descubrí a mí mismo arqueando el cuerpo para encontrarme con él, y no lo estaba haciendo para nada por mí —lo cual no era muy impactante—, sino que lo hacía más bien como para ofrecerme a mí mismo para su gozo y placer. ¿Lo hice porque así lo demandaba ser el destinatario de semejante pasión? ¿Tienes que enderezar al mundo porque está inclinado, y tienes que otorgar con la misma pasión que te dan o todo se desmoronará? Aquello terminó siendo un círculo "dar, tomar, dar, tomar, dar, tomar" y a su vez terminó siendo, básicamente, un "Nirvana a la Potter".

 

"Estoy jodido. Jodido", pensé mientras me quedaba dormido, la mano de Potter en mi cabello, su pierna encima de mis muslos. Enredé mi mano entre su cabello, tan suave, tan…

 

Desperté porque Potter me estaba acariciando el pelo otra vez. Era claro que el hombre tenía un fetiche con el cabello. Cuando vio que yo estaba despierto, inmediatamente se fue sobre mi boca. Habíamos olvidado esa parte. A mí me gusta besar, y aparentemente, a Potter también, y antes de un rato, aquel suave besuqueo de "apenas estoy conociéndote" se fue por la borda. Gracias a Dios. Rudo y salvaje, lo que estábamos haciendo era, más que besar, morder y lastimar, nuestras barbas raspando la mejilla del otro mientras peleábamos por tener el control. Entonces, yo rodé hasta quedar encima de él y nos frotamos el uno contra el otro como si fuéramos dos adolescentes desesperados. Y luego la gente se pregunta por qué me gusta follar con hombres. ¿Nirvana y lastimaduras? ¡Dios, eso no podía ponerse mejor!

 

Después de ese encontronazo tan bulliciosamente sexual, Potter y yo quedamos muertos de hambre, lo cual podía explicar por qué estábamos tomando té con tostadas en el baño a las tres de la mañana, yo en mi tratamiento (balanceando una taza de té con una mano y sosteniéndome en la tina con la otra), con Potter sentado en la orilla de dicha tina (en pelotas y conjurando encantamientos sobre mis rodillas mientras me alimentaba con pedazos de tostada). Potter había hechizado un montón de velas para que flotaran encima de nosotros, y gracias a la acogedora atmósfera del lugar, a la comida, al increíble sexo y al baño que estaba tomando, yo estaba más feliz de lo que me había sentido en años.

 

—Potter, respóndeme con sinceridad. ¿Alguna vez le mandaste una carta a Lavender Brown?

 

Tener pajas con otros hombres te puede poner en la categoría de fogoso, o también puede considerarse como una tontería sin importancia en los vestidores después de un juego. Pero, ¿hacer mamadas y meter la polla dentro del culo de otro? Como mínimo, tenía que ser bisexual. Tenía que ser…

 

Potter se ahogó con un pedazo de tostada.

 

—Lavender Brown. ¿La de El Profeta? Tienes que estar bromeando. ¿A esa puta? ¿Quieres otro pedazo? —Me ofreció un trozo de tostada.

 

Negué con la cabeza e ignoré el pequeño retorcijón en mi estómago. Entonces, ¿por qué…?

 

—¿Malfoy?

 

—¿Mmmm?

 

—¿Tú has estado con mucha gente? Quiero decir, yo sólo he estado con… ya sabes —tartamudeó.

 

—¿Con tu esposa?

 

—Ajá.

 

—No con cientos de personas, pero sí con las suficientes —respondí sin ninguna inflexión en mi voz. Las suficientes. Sí, cómo no. Suficientes para saber que lo que había pasado entre él y yo había sido el tipo de polvo que era muchísimo más que un polvo y que, por lo tanto, yo me quedaba sin palabras para nombrarlo.

 

—El sexo es bueno con ella, realmente bueno… cuando no estamos peleando —finalizó, un tanto a la defensiva.

 

—Bien por ti —respondí desagradablemente. Lo que había sido una sensación de cosquillas en el estómago ahora eran ganas de vomitar porque Potter estaba a punto de negar cuán fantástico había sido y a explicarlo, qué sé yo, con algo como "sufrí de una calentura general multiuso y me aproveché del oportuno chico gay con el que estoy viviendo", y entonces, desnudo y mojado o no, yo lo golpearía, le daría uno bueno, arrojándole la taza de té sobre su estúpida cabeza porque…

 

—Pero cuando estoy con ella, no es así.

 

—¿Así, cómo? —conseguí escupir sin soltar mucho veneno.

 

—Así de genial —dijo con algo de sorpresa. Como yo no respondí nada, él comenzó a balbucear—: ¿No crees que fue genial? Porque yo pensé que sí, que fue genial y todavía más que eso. No quieras pasarte de listo conmigo, Malfoy, porque…

 

Tomé su rodilla con mi mano y froté mi mejilla contra ella de manera que no tuviera que verlo a los ojos.

 

—Sí, Potter. Fue genial.

 

—Oh, de acuerdo —dijo, sonando tan aliviado como yo me sentía.

 

Lo besé en la rodilla.

 

—Podrías derribarme con una maldita pluma. Nunca me habría imaginado… Que morir e ir al cielo tuviera un significado totalmente… —Se sonrojó ante eso—. Estoy sonando como un verdadero tonto. No lo digas —me advirtió.

 

Lo besé de nuevo en la rodilla.

 

—¡Lo estás pensando! —dijo.

 

—¡Oh, él tiene razón al menos en una cosa! —dije con fingida alegría.

 

Se rió y me dio un cariñoso apretón en la nuca.

 

—¿Por qué no eras así de divertido en la escuela, Malfoy?

 

—Sí lo era. Y estás olvidando que también era encantador. Existía una muy buena razón por la que de facto yo era el cabecilla de los Slytherin, y no era simplemente porque mi familia fuera millonaria.

 

—Justamente eso era lo que yo creía —dijo entre dientes.

 

Lo mordí en la rodilla. Fuerte.

 

—¡Auch!

 

Entonces, comencé a lamer donde lo había mordido.

 

—Cabrón —murmuró.

 

Terminamos con los encantamientos y con el baño. Tuve que sofocar una risita ante la manifestación de la evidente influencia muggle en la crianza de Potter. Era uno de los magos más poderosos del mundo, pero no usaba un encantamiento para secarme. En vez de eso, me envolvía y me frotaba con una toalla con tanto cuidado como si fuera un niño. Regresamos a su cuarto, tiramos una manta y un par de almohadas sobre el suelo, y nos acostamos enfrente de un estupendo fuego cortesía de la varita de Potter. Me abrazó fuertemente desde atrás, mi espalda contra su pecho; y el fuego, el calor en mis rodillas, mi estómago lleno de tostadas con mantequilla y mermelada, y la tibieza de Potter contra mí… todo eso junto era tan maravilloso que pude haberme quedado dormido así.

 

Excepto por una pequeña cuestión.

 

—Potter, ¿por qué tú y la co… tu esposa, no se llevan bien?

 

Potter se tensó ante eso, sus músculos endureciéndose a todo lo largo de su cuerpo, y no me respondió nada durante un largo rato.

 

—Yo ya quiero tener hijos, y ella quiere continuar jugando para las Harpies. Yo no quiero esperar. He estado esperando toda mi vida para poder tener una familia. Tuvimos una terrible pelea justo antes de que se fuera de gira.

 

Claro, por supuesto. Todo eso tenía sentido.

 

—¿Tú quieres tener hijos, Malfoy?

 

No es el tipo de pregunta que le haces a tu amante gay mientras lo tienes en brazos, pero supuse que dado el limitado número de compañeros sexuales (¡sólo uno!) que Potter había tenido, no se podía esperar mucha etiqueta sexual de su parte.

 

—Me hubiera gustado tener un hijo varón. Ahora eso es debatible, por supuesto; mi apellido morirá conmigo. Me he resignado a la realidad. —"Más o menos", añadí mentalmente. Seguramente era lo mejor. Sospechaba que de todas formas yo habría sido un padre terrible.

 

—No puedo imaginarme una vida sin niños —dijo Potter mientras acariciaba una de mis tetillas.

 

Era matarlo o follar con él. Me giré para encararlo.

 

—¿Quieres ir por el tercer asalto?

 

Domingo 7 de octubre del 2004, 7:54 am.

 

En algún momento de la noche, Potter y yo habíamos emigrado de regreso a la cama. Me desperté cubierto con tantos miembros de él como era humanamente posible. Potter era más encimoso que cariñoso. Con delicadeza moví un codo que amenazaba con hacerme un agujero en el hombro y debatí conmigo mismo acerca de qué hacer exactamente para combatir nuestras erecciones matutinas. ¿Una paja? ¿Una mamada? ¿Darle a Potter algunos consejos en esa área parecería autocomplaciente de mi parte? ¿Me importaba? Estaba justo a punto de mover una pierna para acariciar el pene que estaba alojado contra mí cuando me di cuenta. Horrorizado, me senté, desprendiéndome de Potter y de sus brazos y piernas.

 

Mi madre no me había escrito. Nunca, en los cinco años que habían pasado desde que había sido arrestado, había dejado yo de recibir una carta suya la tarde de los sábados.

 

Ignorando las soñolientas protestas de Potter, tomé mi varita y cojeé desnudo hacia afuera del cuarto, sin ni siquiera molestarme en vestirme. Normalmente me siento todo rígido cuando recién me levanto en la mañana, y ese día no fue la excepción. No me importó. Me sujeté fuerte del pasamanos y bajé por las escaleras hacia la sala. Usando mi valioso alijo de hechizos, conjuré un poderoso Lumos en cada habitación, registrando con la mirada en busca de una carta. Nada. Navegando esas traicioneras escaleras hacia la cocina, volví a hacer lo mismo. Nada.

 

—¡Potter! —grité con todas mis fuerzas.

 

Típico. No se apareció, pero sí bajó a toda velocidad por las escaleras, llegando ante mí veinte segundos después y tan desnudo como yo.

 

—¿Qué sucede? —preguntó entre jadeos.

 

Respiré profundamente tres veces. Él tenía que hacerlo. Tenía que hacerlo.

 

—No me llegó ninguna carta. ¡Ninguna maldita carta! Tienes que aparecerme en Francia. Algo malo ha sucedido. Mi madre no me ha escrito.

 

Potter no comprendió nada, sólo se quedó parado ahí con un gesto confundido en la cara. Comencé a estremecerme. No estaba seguro si era de frío o de miedo.

 

—Te lo suplico. Haré lo que sea. Por favor. Aparéceme en Francia. Nuestra finca está localizada a las afueras de un pueblo muggle mugriento y empobrecido de Bretaña. Tú eres lo suficientemente poderoso. Puedes aparecernos a los dos ahí. —Levanté mis manos hacia él y lo tomé de los hombros—. Siempre me ha llegado una carta suya, Potter. Todos los sábados. Durante cinco años. Te lo juro por la memoria de mi padre, regresaré contigo. Necesito asegurarme de que ella esté bien; de que su carta no llegó porque su lechuza se extravió o porque hacía mucho viento para volar o por lo que sea. Regresaré contigo —repetí—. Te lo prometo.

 

Debo haber apretado demasiado mi agarre porque Potter hizo una mueca de dolor. Lo solté pero me negué a romper el contacto visual con él.

 

Potter dudó por un segundo. Claro, todo eso podría ser una mentira. Reblandece la mente del Gryffindor con sexo espectacular, gánate su confianza y luego invéntale este cuento de tu madre en Francia como una manera de escapar del horrible trabajo y de la denigrante libertad condicional. Ciertamente yo era muy capaz de hacer ese tipo de engaño. Excepto que no estaba mintiendo y tenía tanto miedo que mis dientes estaban castañeando.

 

—Ella es toda la familia que me queda, Potter. No estoy mintiendo. Regresaré contigo. Te doy mi palabra.

 

Lo que fuera que valiera por esos días.

 

Gracias a los testículos de Merlín que Potter siempre sigue sus instintos, porque el sentido común le habría dictado que saliera de la cocina riéndose de mí ante semejante petición. Pero no lo hizo. Ni tampoco me dijo que todo estaría bien, porque ambos sabíamos que en este mundo post-Voldemort las cosas normalmente no estaban bien.

 

—Pongámonos algo de ropa y nos vamos. Desayunaremos después. —Nos apareció a los dos en su cuarto, mi "Gracias" devorado por el ruido de nuestros cuerpos moviéndose.

 

 

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