Todo el contenido de esta página está protegido con FreeCopyright, por lo que no está permitido tomar nada de lo que se encuentra en ella sin permiso expreso de PerlaNegra

MyFreeCopyright.com Registered & Protected

¡SUSCRÍBETE!

Escribe tu mail aquí y recibe una alerta en tu bandeja de entrada cada vez que Perlita Negra coloque algo nuevo en su web (No olvides revisar tu correo porque vas a recibir un mail de verificación que deberás responder).

Delivered by FeedBurner

Manual del Perfecto Gay - Fanfiction Harry Potter
Perlita loves Quino's work
Perlita loves Quino's work

 

 

 

PerlaNegra - Harry Potter Slash Fanfiction

De Rodillas

Capítulo 4

 

Del martes 1° al jueves 4, octubre, 2004. 6:13 p.m.

 

Los cinco días siguientes se convirtieron en una rutina. Ahora que podía caminar de verdad, completaba mi turno de ocho horas en sólo tres y luego me ponía con las cartas, escribiendo varias docenas de irritadas respuestas a esa gente mayormente despistada que sólo estaba en búsqueda de un poco de atención. También escribía unas pocas misivas más amables (aunque todavía algo irritadas) para aquellos desventurados que tenían problemas legítimos y que estaban tan desesperados que no tenían más remedio que buscar la ayuda de Lavie Brown en El Profeta.

 

Obviamente, ella era su última esperanza, su único puerto en una noche de tormenta. Si yo estuviera ardiendo en llamas ni siquiera estaría esperando que la zorra subnormal convocara una cubeta de agua para arrojarla sobre mi cadáver humeante, pero hay gente para todo.

 

Lo que restaba de la noche me lo pasaba leyendo algún libro confiscado de la biblioteca de los Black. Luego, regresaba a Grimmauld Place vía red flu alrededor de las seis de la mañana y, a eso de las siete, Potter llegaba por la misma vía después de completar su turno. Compartíamos en silencio una montaña de pan tostado, demasiado agotados como para decirnos una palabra. Luego, Potter llenaba la tina del baño, la medicaba con aquel elixir mágico, meneaba su varita (suspiro, no la varita que yo quería, pero sí la que necesitaba), yo pensaba en Millicent Bulstrode bailando el tubo sin nada arriba y vistiendo sólo unas chaparreras transparentes, y al final, ambos nos íbamos a la cama. Yo me dormía con el cuerpo sonrojado gracias al baño, con mis rodillas sanadas gracias al encantamiento y con mi pene fláccido gracias a la fabulosa paja que me hacía antes de caer rendido. (Ahora que ya no tenía que conjurar encantamientos de calefacción podía asignar uno de mis hechizos diarios para limpiarme después de mi paja. ¡Ah, qué día tan feliz!) Ambos nos levantábamos alrededor de las cinco de la tarde, nos comíamos nuestra cena, charlábamos acerca de los pacientes que Potter había atendido la noche anterior y sufríamos la llamada diaria de Granger, donde Potter, a través de la red flu, pasaba veinte minutos de su tiempo asegurándole que yo todavía no lo había asesinado. Dios mío, pero qué mujer tan ruidosa. Casi podía sentir lástima de Weasley. Después de eso, Potter volvía a llenar la tina, volvía a conjurarme otro encantamiento y finalmente se llegaba la hora de regresar al trabajo —otra noche desperdiciada en salvar a la sociedad mágica del soso consejo de Lavender Brown, sin mencionar la tediosa tarea de vaciar un par de cubos de basura y de barrer del suelo aquella maldita brillantina.

 

Y pudiera ser que yo no tuviera ningún amigo (porque todos ellos estaban muertos), pero encontraba bastante raro el hecho de que Potter pareciera tan carente de amistades como lo estaba yo. Ninguna esposa le mandaba lechuzas, ninguna salida por un trago con aquel cretino de Weasley y su irritante mujer. Potter parecía perfectamente feliz dándome mis baños, agitando su varita sobre mis rodillas y friendo salchichas mientras yo aplastaba las patatas. Eso era tan desconcertante que el jueves dije algo durante el baño.

 

—Potter, ¿qué pasa? Nada de lechuzas, nada de vida social. Ni siquiera de parte de tu esposa. Asumo que no tienes la conversación más avasallante del mundo, pero aún así… Y tengo que admitir que aunque mi caso es suficiente como para convertirme en una curiosidad médica (¿Cuántas horas puede permanecer un mago británico relativamente normal arrodillado sobre el piso congelado de una prisión antes de joderse las rodillas?), pero, de verdad, ¿por qué no tienes vida social? Tú no eres así de aburrido.

 

Potter agachó la cabeza, una señal segura de que estaba tratando de poner en orden sus pensamientos. Me quedé tendido ahí sin decir nada, esperando. Es lo curioso acerca de los Gryffindors: si hubiera sido yo, le habría dicho que se fuera a la mierda sin ni siquiera pensarlo, pero él, en cambio, realmente estaba pensando en cómo ser educado mientras me mandaba amablemente a la mierda. Cuando levantó la cabeza, fijó la mirada en una línea de azulejo que se alzaba a un metro por arriba de mí.

 

—Tuve un pequeño altercado con Ron por causa tuya, si de verdad te interesa saberlo. Él hizo que toda la familia completa se enfureciera conmigo, además de todos nuestros amigos. Hermione ha aprendido a mantenerse fuera cuando Ron y yo nos peleamos, pero aparte de las insistentes llamadas por la red flu que me hace todas las noches, no se ha acercado a mí. —Entonces Potter me miró directo a los ojos y la amabilidad se largó por la ventana—. Y Ginny… no es asunto tuyo.

 

Conseguí ocultar mi sorpresa encogiéndome de hombros, aparentemente indiferente. El agua caliente hacía ondas justo encima de mis hombros.

 

—Yo no valgo la pena, Potter. Es lo que me han estado repitiendo insistentemente durante los últimos cinco años. Si me asesinaran, Weasley sería inmensamente feliz. ¿Y Granger? Creí que ella era más inteligente. Supongo que podría envenenarte. No había pensado en eso. Pero viendo que me das más comida a mí que la que consumes tú, envenenarte se vuelve algo problemático. Además, hay que aceptarlo: tú podrías dejarme atrás aun si tuvieras un tobillo fracturado. —Eso lo hizo reír—. De verdad, la cosa más peligrosa que puedo hacerte sería arrojarte un encantamiento para afeitar bastante deficiente. El cual, considerando tu actual estado de descuido personal, dudo mucho que alguien note.

 

—Seguramente no —admitió él—. ¿El agua está suficientemente caliente?

 

—Sí, mis bolas están lo suficientemente hervidas a estas alturas. ¿Por qué estás haciendo esto? Y no me vengas con el patético sonsonete de que tienes que salvar gente. Asumo que tienes un tipo de fetiche que apunta hacia esa dirección, pero esto ya raya en lo psicótico. Una cosa es pasarme un poco de tónico gratis. Cederme tu habitación y alimentarme, ya es otra muy diferente.

 

—Hemos terminado. Toma. —Alcanzó una toalla y la arrojó hacia mí. Levanté mi mano y la atrapé en el aire—. No has perdido esa habilidad —murmuró antes de salir del baño.

 

Ciertamente no me sentía culpable de que Potter y Weasley estuvieran en desacuerdo. Que fuera por causa mía me resultaba tremendamente divertido. Esa fue otra de las ocasiones en las que extrañé a Pansy de modo terrible; ella y yo nos habríamos reído de eso con ganas. Weasley era tan perverso y cruel como el peor de los mortífagos, y Potter lo sabía. Podía imaginarme toda su furia pecosa al enterarse de que Potter estaba sanándome, de que estaba reduciendo mi merecida penitencia. Habiendo sido yo el que le dio a Fenrir la oportunidad de mutilar a su hermano, cualquier agonía física que estuviese sufriendo debido a mi encarcelamiento era poca para mí. Como si perder a mis amigos, mi estatus, mi dinero y a mi padre, no hubiera sido suficiente.

 

Me tomé mi tiempo vistiéndome para darle a Potter la oportunidad de comer a solas y de poder salir temprano por la red flu para no tener que volver a verme, por lo que me sorprendí cuando entré a la cocina y vi que todavía estaba en casa, friendo lonjas de tocino y huevos. Sus hombros encorvados estaban muy tensos, yo podía ver la línea de sus vértebras a través del delgado algodón de su camiseta. Me dirigió un saludo con un casi imperceptible movimiento de cabeza antes de continuar volteando el tocino y pasando una espátula por debajo de los huevos, casi como si yo no estuviera ahí. Sin embargo, noté que la comida que estaba preparando era suficiente para los dos.

 

Los huevos estaban casi listos, así que me puse a tostar pan y a embarrarlo con cuantiosas cantidades de mantequilla, de ese modo en el que a ambos nos gustaba comernos las tostadas. Potter me sirvió una saludable ración sin decirme ni una palabra. No fue sino hasta que él se zampó el remanente de su yema de huevo con su último pedazo de pan, cuando por fin abrió la boca.

 

—Dime por qué. Dime por qué te uniste a los mortífagos.

 

Me tomó del brazo y apretó su puño alrededor de mi marca, fuerte.

 

Yo había estado esperando esa pregunta desde la primera noche que me había quedado ahí. Sentí curiosidad de saber por qué la pelea con Weasley por fin lo había hecho reaccionar.

 

Aquel año que Voldemort había ganado poder, aprendí que esa gloria, como mi padre y su equipo de compinches sedientos de poder la llamaban, carecía de valor en el mundo de Voldemort. La compasión se volvió mucho más importante conforme la guerra avanzaba; cuando conjuré un cruciatus sobre un indefenso muggle mientras la huesuda mano de Voldemort aferraba el hombro de mi madre, la indudable indirecta; cuando me paré ante las ruinas del castillo simplemente intentando sobrevivir y observando a mi amigo de la niñez arremetiendo contra todos los desaires y menosprecios que había sufrido a través de los años. Espero que esos tres segundos de gloria valgan la pena antes de que mi cuerpo quede reducido a cenizas.

 

Tengan compasión de mí, pedí en silencio cuando me sentenciaron a Azakaban, incapaz de negar que casi había asesinado a Weasley y que había dejado entrar a los mortífagos al castillo a través del armario del Salón de los Menesteres. Cuando el jefe del Wizengamot me preguntó por qué lo había hecho, le respondí lo único que podía decir: "Por mi familia".

 

Por supuesto que ellos creyeron que había sido sólo un tipo de orgullo insufrible. Pero no había sido nada de eso. Había sido sólo el instinto de supervivencia en su más básico nivel. Y si eso significaba tener que conjurar cruciatus sobre indefensos muggles en vez de que Voldemort lo hiciera sobre mi madre, que así fuera. Tengan compasión de mí.

 

—¿Importa?

 

No retiré mi brazo de su agarre, y Potter aflojó un poco el apretón, pero no me soltó.

 

—Quizá. Quizá ahora sí. Porque parece que me están obligando a elegir entre él y tú.

 

No tenía que adivinar quién era ese "quién".

 

Tiré de mi brazo para liberarme.

 

—Elígelo a él —dije y comencé a limpiar la mesa.

 

Sin previo aviso, Potter me tomó de ambos hombros y me giró hacia él. Ignorando los platos que salieron volando de mis manos y que se estrellaron contra el suelo partiéndose en mil pedazos, me arrojó contra una pared y me sujetó ahí usando sus dos manos.

 

—Dímelo.

 

Pelear o huir. Pelear o huir. Mi mente trabajaba a toda velocidad antes de que el sentido común tomara el control. Con las rodillas echadas a perder y la amenaza de regresar a Azkaban si utilizaba la aparición, no podía elegir ninguna de las dos opciones. Dejé de empujarme contra él y de luchar contra su agarre. Tal vez no sería capaz de enfrentarme a él físicamente, ni de hechizarlo y mucho menos de negar su inexplicable hospitalidad, pero nunca en la vida me había negado a verlo directo a los ojos y a sostenerle la mirada, y no iba a comenzar a hacerlo en ese momento.

 

—Por mi familia —dije una vez y confié en que me hubiera escuchado—. El motivo fue mi familia —añadí—. Mi turno de preguntar. ¿ por qué estás haciendo esto?

 

—Porque… porque…

 

Sus dedos se clavaron en mis hombros, lo suficientemente duro como para causarme moretones, y entonces, aflojó el agarre. Se dejó caer contra mí y comenzó a abrazarme… No, era algo más desesperado que un abrazo; me apretó como si yo fuera algún tipo de salvavidas. Seguramente yo estaba tan hambriento de cualquier tipo de contacto humano —contacto real, no un pene en mi boca o una mano apretándose sobre mi garganta— porque mis brazos se cerraron a su alrededor sin ni siquiera pensar en eso.

 

—Estás tan delgado —murmuró contra mi oreja.

 

—Burro… hablando de orejas —le murmuré en respuesta.

 

Bendito Merlín, Potter estaba completamente loco. Comenzó a mecerme como si yo fuera un niño y a pesar de que éramos de la misma altura. De repente me encontré con que yo también estaba balanceándome junto con él, empapándome en el confort y el calor de otro cuerpo pegado al mío. Potter todavía no se había duchado y olía al almidón de su bata de hospital, al sudor de su noche sin dormir, y al té dulce cuya mitad del contenido había dejado abandonado en la mesa. De repente, Potter consiguió meter una pierna en medio de mis muslos, tanto, que quedamos así de cerca. Lo que significaba que un minuto más de ese inocente abrazo y yo estaría restregándome contra el hueso de su cadera.

 

Lo empujé gentilmente y me dirigí a tropezones hacia la mesa. Él me siguió tropezando de igual manera, el agotamiento evidente en cada pequeño arrastre de sus pies contra el gastado linóleo. Nos quedamos sentados ahí durante un par de minutos sin decir nada. Potter tenía las manos colocadas sobre la mesa enfrente de él, los puños apretados tan duro que debía doler. Debido a que en todas mis interacciones con Potter previas a ese momento yo había estado tratando de dañarlo, de superarlo o de ridiculizarlo, nunca antes había comprendido realmente aquella actitud protectora que Weasley y Granger adoptaban siempre que estaban junto a él. Algo tendría que ver, suponía yo, que Voldemort hubiera estado tratando de matarlo, pero al estar sentado ahí a su lado, vi que eso formaba parte integral de lo que Potter era: Increíbles agallas y dolorosa vulnerabilidad caminando de la mano. Aparentemente, si no estabas tratando de matarlo, entonces necesitabas reconfortarlo.

 

Mirando sus manos me pregunté si en algún momento de la historia habría tenido ancestros que se dedicaron a la agricultura; sus rudas y anchas manos más bien parecían hechas para sostener un arado en vez de un bisturí. Potter, apretando los puños de aquella manera y sumándolo al sentimiento cualesquiera que se había generado en mí por nuestro anterior abrazo, me hacía desear poder cubrir sus puños con mis propias manos. Y yo no soy exactamente del tipo de gente que le gusta consolar, ¿o sí?

 

—¿Y bien? —No iba a dejarlo pasar. Ahora necesitaba saberlo. ¿Por qué Draco Malfoy, delincuente confeso, era capaz de tener la más mínima oportunidad contra Ronald Weasley, Orden de Merlín, Primera Clase?

 

—Yo… —comenzó Potter, pero mantuvo su cabeza agachada por lo que no podía verle la cara—. Ron se está convirtiendo en alguien que ya no conozco. Y sí, yo también perdí a mi familia, pero él dice que no es igual porque nunca conocí a mis padres. Pero por eso mismo a mí me parece que es peor. Está tan amargado y… ¡Joder! Ni siquiera sé cómo puedes caminar con semejante daño, y ver a otro ser humano sufriendo así y no hacer nada al respecto, y limitar tus hechizos convirtiéndote en un blanco fácil… ¡Cristo! Ni siquiera puedes correr si alguien trata de lanzarte una maldición y…

 

El usual parloteo marca Potter. Tarde o temprano llegaría al punto.

 

—Yo… yo estaba equivocado respecto a Snape. Puedo estar equivocado también contigo.

 

La historia de Snape y sus veintitantos años de espionaje a favor de Dumbledore apenas sí habían llegado a mis oídos, enterrándose profundo en mi garganta tanto por aurores como por guardas de Azkaban.

 

—Dudo que estés equivocándote conmigo —dije. Finalmente, Potter levantó la vista—. Snape y yo sólo teníamos una cosa en común. Ambos teníamos dieciséis años cuando nos unimos a los mortífagos. Más allá de eso, no veo ninguna similitud. Te puedo asegurar que yo no era un espía doble. Por lo que he escuchado, puedo pensar que él siempre trabajó contra el Señor Tenebroso.

No era una pregunta, pero Potter la respondió como si lo fuera.

 

—No, él se unió voluntariamente a los mortífagos. Como tú. —Durante un minuto estuvo observándome con furia, pero luego suavizó su mirada.

 

—¿Y? —rodé mi mano en el aire.

 

—Se acercó a Dumbledore porque se sintió responsable de la muerte de mi madre.

 

Potter no dijo "la muerte de mis padres". Vaya, vaya, vaya… Snape había tenido debilidad por Lily Potter. Contrario a todo lo aparente, al hombre sí le había latido el corazón.

 

—¿Por qué te uniste tú? —me presionó.

 

Nunca antes le había dicho eso a nadie en voz alta, y hasta yo podía ver la suprema ironía que significaba el hecho de que la primera persona con la que tenía que justificar mi comportamiento, fuese Harry Potter. Flexioné una rodilla y no sentí ningún dolor. Que se pudriera mil veces en el infierno, pero el maldito tal vez se merecía que yo se lo explicara.

 

—Desde que yo estaba de este tamaño —puse mi mano a un metro del suelo—… las cenas en la Mansión Malfoy normalmente involucraban alguna charla diaria acerca de cómo Dumbledore iba a destruir el mundo mágico tal como nosotros lo conocíamos. De cómo mi padre y sus amigos eran la última línea de defensa en contra del Armagedón. Sácate esa idea de la cabeza ahora. Él era mi padre, y hasta que cumplí los diecisiete, yo confiaba en él y lo amaba. Todavía continúo amándolo. ¿Te parece extraño que yo haya imitado sus ideales? Todo el tiempo estuve rodeado por gente que repetía como loro lo mismo que él decía. Mi padre no era ningún donnadie. Las personas lo honraban, lo celebraban. Básicamente, le lamían las botas. Se podría decir que en esencia él era el Ministro de Magia. ¿Crees que ese grandísimo idiota de Fudge hacía algo sin que mi padre le diera primero su aprobación? ¿Qué cosa, en semejante escenario, iba a darme a mí alguna pista de que mi padre era alguien jodidamente vil y, tal vez, hasta malévolo?

 

Potter negó con la cabeza y su rostro tenía esa expresión de obstinación tan típica en él: ojos entrecerrados, mejillas sonrojadas, los brazos firmemente cruzados alrededor de su torso y su boca casi desvanecida en una delgada y apretada línea.

 

—Estoy haciendo todo mi esfuerzo por no darte un buen golpe ahora mismo, Malfoy. Estoy seguro de que…

 

—No todos tenemos la brújula de moral que tú tienes, Potter —lo interrumpí—. No soy ningún jodido santo. Vivía en un mundo enclaustrado. Los amigos de mis padres habían sido acólitos de Voldemort. ¿Realmente crees que yo escuché una sola palabra acerca de las atrocidades cometidas en la Primera Guerra? Por supuesto que no. Escuché acerca de políticas desastrosas promovidas por Dumbledore que nos llevarían a fraternizar con los muggles, lo cual era el primer paso en la destrucción del mundo mágico. ¿Recuerdas la manera en que tus parientes no mágicos te aceptaron a ti?

 

Era como estar hablando con la pared. No lo convencía ni un ápice. Su boca permanecía apretada en una mueca imperdonable, sus ojos continuaban mirándome con asco. Sin embargo, supuse que el hecho de que hubiera descruzado los brazos era una buena señal. Lo sería al menos hasta el momento que decidiera mover su mano y darme una buena trompada. Basándome en el ceño fruncido que tenía, una nariz fracturada parecía un futuro bastante predecible.

 

—Recordarás, Potter, que yo quise darte la mano, gesto que tú rehusaste. ¿Crees que yo habría hecho eso si en ese momento mi casa hubiera sido una central de Voldemort? Mi padre negaba en público haber sido un mortífago, y en casa también lo negó durante bastantes años. No fue sino hasta mucho después que yo me di cuenta de que nos había mentido, y para entonces yo ya deseaba unirme a ellos. Había pasado seis años observando a Dumbledore forzando todas las reglas por ti, ignorando todo lo malo o incorrecto donde tú estuvieras involucrado. ¿Cómo demonios se supone que iba a saber lo que estaba en juego? ¡Tú lo sabías, pero nadie más aparte de ti! Todo lo que yo veía era un favoritismo descarado.

 

Potter no dijo nada ante eso.

 

—Bien —espeté—. Como sea, Dumbledore tendría que darse las gracias a él mismo por haberme hecho ingresar a las filas de Voldemort. No estoy diciendo que no lo habría hecho de todas formas, pero…

 

Apenas dije eso, Potter se alejó de la mesa tan violentamente que su silla cayó hasta el suelo. Me miraba con furia y su varita había hecho su aparición como si siempre hubiera estado ahí. Olvídate de la nariz fracturada. A estas alturas estamos hablando de la posibilidad muy real de enfrentar algún Imperdonable.

 

—No… —Me apuntó con su varita—. No te atrevas a culpar a Dumbledore de eso. —Y señaló hacia mi marca.

 

—Vete a la mierda, Potter. —Sacudí mi brazo delante de su cara—. Yo acepto la responsabilidad completa de esto. La veo cada vez que vacío un cubo de basura o cuando levanto mi brazo para realizar un hechizo simple, porque eso es todo lo que puedo hacer últimamente. Cada vez que la veo me digo a mí mismo: "Draco Malfoy, eres un maldito estúpido." Pero Dumbledore no es exactamente un inocente. Todos nosotros fuimos sus títeres. Sólo que yo tuve un titiritero diferente al tuyo.

 

Abrió mucho la boca, pero antes de que pudiera decir nada, yo continué.

 

—Sí, títeres. Tú y tus amigos fueron los títeres de Dumbledore, y mis amigos y yo, los de Voldemort. La juventud y la estupidez. Aquella vez que me encontraste en el baño de Myrtle la Llorona —no podía ni recordar ese episodio sin estremecerme—, yo ya estaba completamente desesperado. Un error más y dudo mucho que mis padres hubieran escapado al castigo. Esa era la manera favorita de Voldemort para motivarte a trabajar. Y si no cumplías, el castigo era ejemplar. Imagínate a ti mismo preguntándote si tu madre se convertiría en la siguiente Alice Longbottom si no conseguías que el armario lograra funcionar.

 

—Entonces —continúe—, tú me lanzaste un hechizo (de magia oscura, debo agregar), y si no hubiera sido por Snape, yo habría muerto. Y a ti, sólo te dieron un regaño de diez minutos. No fuiste castigado. No fuiste expulsado. Cualquier otro alumno de sexto que hubiese actuado tan estúpidamente habría sido sacado a patadas de la escuela más pronto que en lo que dices "Accio un idiota". Dumbledore no me llevó aparte para decirme: "Draco, sé que Potter casi te mató, pero dentro del plan actual de las cosas, ese es un detalle insignificante".

 

Eso no logró conmover a Potter en absoluto. Su postura física continuaba estando en "modalidad ataque". Dejó salir un bufido de repugnancia.

 

—Todo eso es una jodida mierda, Malfoy. Tú tenías la marca desde el verano anterior a nuestro sexto año.

 

—Sí —accedí—. Estaba tratando de impresionar a mi padre. —Había decidido someterme a la marca la noche en que mi madre me mandó una lechuza para decirme que mi padre había sido encarcelado después de enfrentarse con Potter en el Ministerio; vengarme de Potter se volvió asunto primordial. Poco sabía yo lo que eso significaba. Vender el alma de uno nunca sale barato—. No fue tanto como si yo me hubiera marcado a mí mismo para Voldemort. Fui… —Un tonto—. Nunca lograba alcanzar las metas que me imponía mi padre. Perder contra ti en el quidditch cada maldito partido que disputábamos no ayudaba. Estaba desesperado por complacerlo. ¡Tenía dieciséis años y él era mi padre y estaba en Azkaban y yo te culpaba a ti y a Dumbledore! Qué mejor manera de demostrarle mi fe. ¿Fui un tonto? ¡Vaya que sí!

 

Los hombros de Potter se relajaron un poco.

 

—¿Lo de la torre?

 

—Eso fue el primer presentimiento que tuve de que tal vez mi padre estaba equivocado respecto a Dumbledore. Una vez más, te lo agradezco. Podrías haber mentido en el Wizengamot. Snape estaba muerto, nadie podría haberte contradicho.

 

—No podía mentir —confesó Potter y entonces dejó caer la mano en la que tenía la varita—. Sin importar lo mucho que quisiera hacerlo.

 

—Gracias a los huevos de Merlín, Potter. Ya estaba comenzando a pensar que no eras humano.

 

Potter no sonrió, pero sus hombros se relajaron hasta adquirir su habitual caída.

 

—¿Por qué no me delataste cuando estuvimos en la Mansión?

 

—No puedes imaginarte lo que vi durante ese año, lo que hice en nombre de la supervivencia. Me vendí a ese demente, cierto, pero, ¿olvidar lo que había visto? Solamente un supremo tarado habría elegido a Voldemort en vez de a ti. Soy venal, malicioso, cruel y seguramente en algunas ocasiones también soy despiadado, pero no soy un estúpido. Tú ganaste. De nuevo. Quizá fue la única vez en que tuviste mi completo apoyo, y créeme, yo te apoyaba en serio. Ah, y gracias de nuevo por salvarme la vida. Podrías haberme condenado a sufrir el mismo destino de Vince, pero no lo hiciste. Yo te salvé de Voldemort, tú me salvaste de Vince. Yo diría que estamos a mano.

 

¿Por qué me estaba justificando ante él? Después de mi cita con la Comadreja regresaría ahí a empacar mis pocas cosas y a regresar de inmediato a mi agujero mohoso pero libre de gente que estuviera juzgándome.

 

Potter se estremeció a pesar de que no estaba haciendo frío.

 

—No quiero convertirme en alguien como Ron.

 

—Pues entonces no lo hagas. Ya te expliqué mis razones. Si me hubiera aparecido ante tu puerta con mi adorable marca todavía fresca, ¿me habrías dado la bienvenida con los brazos abiertos? —Ahora fue mi turno para dejar salir un bufido—. Difícilmente, ¿no? ¿No es natural que un niño tienda a ir hacia aquellos en los cuales confía y a los cuales comprende? Y si eso resultó ser lo equivocado en la más profunda y colosal manera, tal vez no me disculpa… ¿Sabes qué? ¡A la mierda! Quizá sí me disculpa. Por amor a Merlín, piensa en lo que estás diciendo. ¿Yo debía haber sabido? ¿No debía haber confiado en mis propios padres? ¿Debía haber mandado a mis padres a la mierda? ¿ podrías haber hecho eso?

 

Potter no respondió.

 

Desnudar tu alma es extenuante. Me sentía absolutamente agotado, y todavía tenía que permanecer despierto al menos durante ocho horas más.

 

—Para cuando me di cuenta de que Voldemort no era el salvador del mundo mágico, fue demasiado tarde. Tanto, que lo único que me interesaba salvar era a mí mismo. —Levanté el brazo para que Potter pudiera ver mi marca, tan fresca y definida como el día en que había sido grabada a fuego en mí—. Yo no tengo la fortaleza de Snape. Hice lo que pude, cuando pude. Como en la Mansión, contigo. También hice cosas que el Ministerio nunca sabrá, y las hice porque tenía que hacerlo. No tengo la menor duda de que si tú hubieras estado en mis zapatos, te habrías negado. Decirle no a Voldemort significaba un boleto en primera clase a la tortura y la muerte… si tenías suerte de morir. Yo no soy así de valiente.

 

—Eres muy valiente. —Su voz sonaba tan rasposa y cansada como la mía. Hizo una seña con su varita en dirección a mis rodillas.

 

—No, no lo soy. Soy sólo un sobreviviente. Es todo.

 

Hice el intento de levantarme, porque estaba tan cansado de él y de su rectitud y…

 

—En la Mansión. Para hacer eso se necesitaba valentía. —Una mano se apoyó en mi hombro y me empujó gentilmente de modo que caí de nuevo sobre mi silla. La otra mano de Potter estaba tendida hacia mí en espera de que la tomara—. Gracias —murmuró—. Por, ya sabes, lo que pasó en la Mansión.

 

Le tomé la mano porque, sí, él me había salvado y, aparentemente, continuaba salvándome y había resistido las protestas de Weasley por causa mía y, por los testículos de Merlín, jamás entendería a este hombre. Nos dimos un fuerte apretón de manos.

 

—Lo hice por mi familia. Era sólo cuestión de tiempo antes de que matara a uno de nosotros. Tú eras nuestra única esperanza.

 

Potter levantó su silla para poder volver a sentarse en ella, reparó los platos rotos, los mandó levitando hacia el fregador y soltó un suspiro tan profundo que debió haber provenido desde sus propios pies. Apoyó la barbilla sobre la palma de una mano y suspiró otra vez mientras me observaba.

 

—Eres todo un caso, Malfoy. No lo dudes ni tantito —dijo Potter, pero no con enojo—. Me encantaría beber algo, pero tengo que ir a trabajar esta noche y tú también. Cristo, estoy exhausto —se quejó, pasando esos dedos rudos a través de su mata de pelo.

 

Una vez más, inexplicablemente, quise confortarlo, quise seguir esa mano con la mía y darle un pequeño apretón en la nuca. Claramente me estaba volviendo loco, y entre más pronto me largara a mi propio apartamento, mejor. Porque si no, lo siguiente que estaría haciendo sería firmar mis cartas con un corazón en lugar de la "o" de "Draco". Nunca pensé que realmente querría irme al trabajo, pero una hora o dos ante la presencia de Potter y yo ya estaba que me moría por escaparme a El Profeta.

 

—¿Hemos… terminado de hablar, Potter? —De verdad deseaba que así fuera, porque ya había hecho suficiente "desnudamiento de alma" como para una vida entera. Más de eso iba en contra de los principios de un Slytherin.

 

—Claro. No puedo evitar recordar todos esos años con otro tipo de… —Meneó la mano sin sentido.

 

—Tan elocuente como siempre. ¿Perspectiva?

 

—Idiota. Tú pudiste haberme delatado ante Voldemort y no lo hiciste. ¿El resto? He estado en tus zapatos. Los adultos que supuestamente tenían que cuidarte, terminaron… Como sea. —Suspiró otra vez—. Pero nada de eso convencerá a Ron.

 

—¿Qué esperas? —A veces Potter era tan tonto—. Yo fui responsable por mutilar a uno de sus hermanos y estaba del lado de los que mataron al otro. Si yo estuviera en sus zapatos, también me odiaría. Hablando de eso, a la primera oportunidad que tenga, acabaré con él. Greg Goyle fue como un hermano para mí, y la complicidad de Weasley en su muerte fue la misma que la mía en la de sus hermanos.

 

Potter levantó una mano y me tomó de la barbilla, acunándomela con su palma. Tuve que tragarme un jadeo.

 

—Es por eso que soy sanador, Malfoy. Esto tiene que parar. Quizá el primer paso sea sanar a los antiguos mortífagos.

 

Luché con todas mis fuerzas para no inclinar la cabeza contra aquella mano tibia.

 

—¿Tienes que parar esto tú solo? —susurré y, Cristo, ¿no era esa la noche de las epifanías? Tuve el primer indicio de por qué la gente lo reverenciaba. No era tanto porque fuera una especie de mártir, sino porque era así de valiente. Voluntariamente ponía en peligro su amistad con Weasley por causa mía. Porque, ante sus ojos, eso era lo correcto.

 

—Parece que esa es mi suerte en esta vida, ¿no?

 

—Serás canonizado algún día, Potter —le dije frívolamente, alejándome de él y empujando mi silla hacia atrás antes de hacer algo verdaderamente estúpido (como girar mi cabeza hacia su mano y besarlo en la palma). Malditos todos estos heterosexuales tontos sin remedio—. Yo encontraré un cuarto el sábado y me iré, así estarás de nuevo en posición de arreglar tus querellas con Weasley.

 

—Que se vaya a la mierda —gruñó.

 

—No estoy haciendo esto porque sea una especie de magnánimo. Quiero que ustedes dos se besen y se reconcilien porque él puede y hará de mi vida un infierno. Si Weasley realmente quisiera ser desagradable —señalé— podía regresarme a Azkaban porque no estoy viviendo en el agujero post-prisión que fue aprobado por él.

 

—No hará tal cosa. No tendría con qué justificarse ante la junta de libertad condicional mientras tú estés viviendo conmigo —afirmó con la suprema seguridad de ser el héroe de guerra.

 

Puse los ojos en blanco. Merlín, Potter era tan corto.

 

—Y luego te preguntas por qué Weasley está tan aferrado a ti.

 

—¿Qué? —Potter puso su cara de "estoy tan confundido pero, oye, así son las cosas".

 

—Haciendo alarde de su autoridad. Apareciendo cargos de aquí para allá. Es igual a ti. Y tú, como siempre, estás rompiendo las reglas. Pero esta vez, él está en el lado que resulta perjudicado. Me pregunto si eso le gustará. —Sonreí con malicia.

 

Potter me lanzó a la cabeza su servilleta usada.

 

—Eres un cabrón, Malfoy.

 

—Sí, pero soy un cabrón vivo. Y que necesita irse a trabajar. —Empujé la silla para acomodarla—. Mañana, a eso de las dos de la tarde tengo que ir a ver a tu Weasley para que me dé por el culo como cada dos semanas. Estaré en casa alrededor de las… —Ante la horrorizada expresión de su cara, dije—: Por amor de dios, Potter. Es sólo una manera de hablar. Hasta yo tengo mis estándares, y primero me pondría a cuatro patas para Fenrir Greyback antes de hacerlo para ese hijo de puta. Apuesto que hasta tiene pecas en la polla. Si tengo suerte, podré regresar a dormir cuando llegue a casa, asumiendo que Weasley no me arrojará una maldición en mi camino a la puerta de su oficina. ¿Me despiertas a las siete? El sábado dormiremos hasta tarde y luego buscaremos un cuartucho en suite apropiado por moi.

 

—Ron no tiene pecas en la polla. ¿Podrías ser más gay, Malfoy?

 

—Tú nunca dejarás de asombrarme, Potter… Y no, probablemente, no.

 

 

 

Capítulo Anterior                         Siguiente Capítulo

 

Regresar al Índice