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Manual del Perfecto Gay - Fanfiction Harry Potter
Perlita loves Quino's work
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PerlaNegra - Harry Potter Slash Fanfiction

Magic Works

Capítulo 6

Azkaban

 

 

Tom finalmente había tenido un poco de tiempo libre y ganas definitivas de leer los libros de la saga, pues el periodo de descanso de esa ocasión se había prolongado mucho más que los anteriores. De haber terminado de filmar la segunda película un verano, las filmaciones de la siguiente no comenzaron sino hasta el febrero del siguiente año.

 

Parecía que la producción había decidido tomarse las cosas con más tranquilidad y habían dejado de preocuparse por ganarle meses al calendario. Después de todo, era mejor hacer buenas películas en vez de angustiarse por todos esos jóvenes actores creciendo sin parar.

 

No era como si fueran los primeros ni los últimos en representar personajes de menos edad, pensaba Tom, quien no veía acercarse la amenaza de perder la oportunidad de seguir siendo el némesis de Harry Potter. Con quince años cumplidos, no creía tener mucho problema para poder actuar como el Draco Malfoy de trece.

 

Aún así, ese medio año de descanso había ocasionado que todos se sorprendieran de los grandes cambios físicos de los demás. Tom ya había intuido que se toparía con caras y cuerpos casi desconocidos (pues en el estreno de La Cámara Secreta lo había notado), pero nunca se imaginó que aquello se convertiría en un hervidero de hormonas revolucionadas y personalidades cambiadas.

 

~

 

El Prisionero de Azkaban. Así se llamaba la película. Tom, ya habiendo leído los libros publicados hasta ese momento, sabía de lo que se trataba y en un principio le había emocionado el hecho de actuar al lado del señor Gary Oldman. Claro que eso había sido antes de darse cuenta que no tendrían ninguna escena juntos. Por lo menos, no hasta el libro 4, que era el último publicado.

 

La primera escena para él fue el banquete de bienvenida al curso. En ella, Draco se burlaba de Harry por haberse desmayado en el tren y párale de contar.

 

Tom no podía negar que se sentía un poco decepcionado de que sus intervenciones en esa película hubieran disminuido tanto en comparación con la anterior, pero al menos tenía un par de enfrentamientos con Harry y eso, le garantizaba filmar junto a Dan y ya lo podía ir considerando ganancia.

 

El cambio de director era más que evidente, y también refrescante. Hasta la atmósfera del plató parecía haber cambiado, haberse relajado. A él, a Tom, le habían hecho un sutil cambio en la apariencia de su personaje —ahora Draco llevaba el cabello suelto y no engominado— y eso era grandioso. La enorme cantidad de goma que tenía que colocarse antes de filmar era cosa del pasado.

 

Cuarón parecía buen tipo, entusiasta y hablador. Era particularmente gracioso escuchar su acento mexicano y, a veces, costaba no sonreír ante las palabras que pronunciaba mal en inglés. Pero era un hombre que caía bien desde la primera vez que daba una indicación.

 

Esa mañana Tom se sentó, como todos los demás actores y extras, ante las mesas del Gran Comedor y escuchó atentamente las instrucciones del director acerca de la escena a rodar. Mientras tanto, el chico pudo dar un vistazo alrededor, y no podía menos que sorprenderse de lo mucho que habían cambiado algunos y de preguntarse si él también luciría tan diferente.

 

Por enésima vez, Tom no pudo evitar mirar sobre su hombro. Justo atrás de él estaban los protagonistas, Dan, Rupert y Emma. El primero, sin las gafas redondas de su personaje, riéndose y conversando alegremente con quien tuviese más cerca.

 

Y como sucedía cada vez que los miraba furtivamente, Tom se sonrojó y regresó la mirada al frente, preguntándose si era habitual que un chico estuviese mirando a otro y pensando Oye, pero qué guapo se ve Dan. Qué bien le sienta el cambio en el corte de cabello, y ni hablar de lo varonil que se ven sus facciones ahora que le está cambiando la cara y…

 

Tragó pesadamente y volvió a mirar. Convenciéndose de que era perfectamente normal. De que todos los chicos pensaban eso de otros chicos alguna vez pero que nunca nadie tenía las suficientes bolas como para admitirlo por temor a que todos lo llamaran marica. Después de todo, Tom también estaba mirando a Emma y también la estaba encontrando muy bonita. A ella, igual que a Dan, le habían mejorado el peinado y la apariencia.

 

Suspiró y se reacomodó en su sitio, negándose a él mismo el deleite de estar mirando al chico. No fuera a ser que alguien se diera cuenta y sí, creyendo que tal vez ya era hora de empezar a pensar en salir con alguna chica.

 

~

 

Esa misma noche, a la hora de la cena, Dan llegó y se sentó junto a Tom en la mesa del comedor. Traía en la mano un reluciente iPod y los auriculares bien puestos en las orejas. Tom le sonrió a manera de saludo y miró por encima del hombro de Dan para leer la pantalla del aparato y averiguar qué era lo que su amigo estaba oyendo.

 

—¿Sex Pistols? —preguntó, pero Dan pareció no escucharlo.

 

Encogiéndose de hombros, Tom continuó cenando. Repentinamente sintió una mano alborotándole el cabello, y levantó la cabeza hacia el lado contrario de donde Dan se había sentado.

 

—¡Qué lindo color y peinado te han dejado ahora, Tom!

 

Era Emma, cuya mano parecía haberse quedado pegada de la cabeza de Tom. Éste, sintiéndose un poco incómodo, asintió y sonrió mucho. La chica había dejado atrás el pesado disfraz de Hermione y en ese momento traía puesto un atuendo demasiado revelador para tratarse de una noche de invierno. No era que hiciera mucho frío en el comedor, pero…

 

Se veía muy guapa. Tom reaccionó y creyó que era oportuno decirle algo como eso.

 

—Tú también te ves muy bien, Emma.

 

Ella se rió alegremente mientras dejaba tranquila su cabeza y se sentaba junto a él. Tom, olvidándose por completo de Dan, le sonrió a la chica deseando y confiando no tener ningún trozo de comida entre la dentadura.

 

—¿Como Hermione o como yo misma? —preguntó ella sin perder la sonrisa.

 

Tom sintió que se sonrojaba un poco. Diablos, esa niña era demasiado precoz para su edad, ¿qué no?

 

—Como…

 

—Hermione debería ser más fea —intervino Dan, quitándose por fin sus auriculares y metiéndose en su conversación—. En el libro lo dice. Si fueran justos, hasta deberían colocarte unos dientes falsos como a Matthew. Así… grandotes —dijo, poniéndose los dedos frente a la boca como enfatizando su punto.

 

—Ahh, claro, así igual como dice que Harry tiene los ojos azules, ¿no? Entonces a ti deberían ponerte lentillas de color verde… —rebatió Emma, todavía sonriendo y al parecer muy divertida por la discusión que estaba iniciando con Dan.

 

—Y tú deberías tener el cabello enredado y hecho un asco, no en rizos perfectos como si acabaras de salir de la peluquería… —la interrumpió Dan, también con apariencia de estar pasándoselo en grande.

 

—… y flaco, casi tirándole a escuálido, feo, y yo no veo que…

 

—… yo no tengo la culpa de estar tan guapo y ser irresistible hasta para el productor…

 

Tom, justo en medio de aquella retahíla de absurdas contradicciones al canon, procedió a terminar su cena lo más rápidamente posible. Se levantó y les presentó una excusa a los otros dos, pero como ninguno parecía prestarle atención, simplemente se retiró de ahí sin decir más.

 

~

 

Al otro día, aún continuaban con la escena del Gran Comedor. Tom, todavía dándole la espalda a Dan y mirándole furtivamente de vez en cuando, aunque no muy seguro de saber porqué lo hacía.

 

La pueril discusión que habían sostenido Dan y Emma la noche anterior lo había dejado más pensativo de lo que merecía, pues era completamente cierto lo que habían estado hablando. Se suponía —y así lo decían claramente los libros— que ni Harry ni Hermione eran lindos ni atractivos. Entrecerró los ojos pensando en el personaje de Draco. Sobre su apariencia física no decían mucho, sólo mencionaba su color de ojos, de pelo y que era de rasgos afilados.

 

Tom se llevó una mano al mentón, acariciándoselo y preguntándose si lo tendría lo suficientemente afilado como para ser considerado canon.

 

~

 

Esa noche, de nuevo Dan llegó y se sentó a su lado. De nuevo, acompañado de su iPod.

 

Pero en esa ocasión se quitó el auricular de la oreja que estaba junto a Tom y se lo ofreció. Tom sonrió ampliamente, divertido ante el generoso gesto.

 

—¿Qué escuchas?

 

—El último de los Sex Pistols. ¡Está genial! —dijo el chico con los ojos muy abiertos y brillantes de la emoción.

 

—¿El de la recopilación de sus éxitos? —preguntó Tom mientras se ponía el auricular y se daba cuenta que no era una canción que él reconociera.

 

—¡Sí! —respondió Dan casi a gritos y visiblemente muy emocionado—. ¡Pero no es sólo una recopilación… todo está remasterizado!

 

—Ah —dijo Tom, concentrándose en la música.

 

Así estuvieron un rato, cada quien absorto en su plato de cena y a veces meneando un poco la cabeza ante algún buen ritmo.

 

What you see, you can get —comenzó a cantar Dan de pronto, muy sonriente, mirando fijamente a Tom y olvidándose de la comida—… nothing’s free, nothing’s said.

 

Tom se rió con ganas y se quitó el auricular. Meneó la cabeza en un gesto negativo mientras Dan continuaba gritando la canción y acompañaba sus berridos con la representación de estar tocando una guitarra.

 

When you see the naked eyes… you don’t even ask’em why.

 

—Cállate ya —le suplicó Tom riéndose más—, o me dejarás sordo.

 

—De acuerdo —respondió Dan a gritos. Tom le quitó el iPod de las manos y le bajó el volumen.

 

—Así está mejor.

 

Dan sonrió y no pareció molestarse por eso. Sin mirar a Tom a los ojos, maniobró con su iPod para apagarlo y preguntó a bocajarro:

 

—¿Te gusta Emma, verdad?

 

Cogido completamente por sorpresa, Tom no supo qué responder. En realidad, no lo había pensado, pero…

 

—¿Por qué? —le preguntó a su vez—. ¿Te gusta a ti?

 

Eso debe ser, se dijo. Después de todo, ese par se la pasaba tonteando todo el tiempo.

 

Pero Dan negó enérgicamente con la cabeza.

 

—Nop. La verdad que no. —Dejó de observar su reproductor de música y miró fijamente a Tom—. Tú eres el único actor que representa fielmente a su personaje, ¿verdad? —le soltó a Tom mientras paseaba sus azules ojos por su rostro, con un escrutinio tan intenso que Tom se sintió un poco abochornado. Dan estaba haciendo gala de una seriedad que era bastante inhabitual en él.

 

Nervioso, Tom se rió, entrecerrando los ojos y sin comprender muy bien a qué se refería el chico.

 

—¿Qué quieres decir? ¿Qué soy tan malévolo como él?

 

Dan rodó los ojos, pero no le quitó la vista de encima.

 

—Me refiero a lo que hablábamos Emma y yo ayer, que se supone que Hermione y Harry son más bien tirándole a feos y… bueno, se supone que Draco no lo es.

 

Tom arqueó una ceja. ¿Realmente Dan le estaba diciendo eso que él creía escuchar?

 

—¿Qué no es, qué? ¿Feo?

 

—Ajá —asintió Dan, colocándose los auriculares otra vez y levantándose de su asiento—. Es guapo y de buen porte. Como tú.

 

Definitivamente, eso que recorrió la piel de Tom fue un escalofrío. Se sintió halagado y avergonzado a partes iguales. Miró a su alrededor para asegurarse de que nadie más de los presentes en el comedor había escuchado cómo otro chico le estaba diciendo guapo. A él.

 

Dan lo observó con semblante serio durante un par de segundos, pero casi de inmediato retornó a su característica y enorme sonrisa. Esa que parecía hacer brillar cualquier lugar donde estuviesen. Y entonces, para enorme sorpresa de Tom, Dan levantó una mano y le alborotó el desteñido cabello. Tom no tuvo tiempo de moverse hacia atrás, pues tan abruptamente como aquel gesto fue iniciado, también así fue terminado.

 

—A mí también me gusta cómo te han dejado el cabello, Malfoy —explicó Dan antes de girarse y alejarse de la mesa.

 

Salió con toda calma del salón comedor, dejando a Tom completamente sonrojado. Éste tragó saliva y miró hacia su plato, el cual en realidad ya sólo tenía unos cuantos trozos helados de comida.

 

~

 

A la mañana siguiente, Tom todavía no estaba muy seguro de qué pensar acerca del cariñoso gesto que Dan le había hecho, de sus extraños halagos e intensas miradas. Resistiéndose a imaginar siquiera que Dan fuera un rarito y estuviera malinterpretando algo con él.

 

Asustado ante la perspectiva, Tom se aferró a la certeza de qué él no era ningún marica y de que le gustaban las chicas… empezando por Emma. Sí, eso era. Justo en ese momento, decidió que Emma le gustaba tanto como para intentar algo con ella.

 

Más tranquilo, se marchó al plató convenciéndose de eso. No estaba seguro de qué era lo que pasaba por la mente de Dan, pero mejor prevenir. Así entonces, decidió que era hora de experimentar con alguna chica y ver qué pasaba, negándose a él mismo la realidad de que disfrutaba la compañía de Dan mucho más que la de otro cualquiera, mujer u hombre.

 

Negándose a reconocer sus sentimientos y deseos más profundos, los cuales estaban ya certeramente presos y a resguardo en el propio Azkaban de sus miedos y prejuicios. Pero mientras ahí se quedaran y nadie se enterara, para Tom estaba bien.

 

 

 

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Notas finales:

La canción de los Sex Pistols que canta Dan es Silly Thing. Y la traducción aproximada podría ser:

 

Lo que ves, es lo que puedes tener

Nada es gratis, nada está dicho.

Cuando veas los ojos desnudos

Ni siquiera les preguntes por qué.