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Manual del Perfecto Gay - Fanfiction Harry Potter
Perlita loves Quino's work
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PerlaNegra - Harry Potter Slash Fanfiction

Adivina, Adivinador

Art por Jeannekaito
Art por Jeannekaito

Capítulo 1

 

Harry intentaba concentrarse en la maldita bola, de verdad que sí. Intentaba llevar su ojo interior a distinguir algo más que sólo volutas de humo dentro de la jodida bola de cristal.

 

Pero lo único que miraba era el reflejo de Malfoy, que, sentado detrás de ellos y rodeado de sus compañeros, se reía sin parar. Harry se desconectó de la murmurante voz de la profesora Trelawney, que más que llevarlos a un viaje al más allá, parecía reunir todos los créditos para llevarlos directos a los brazos más-acá de Morfeo.

 

—¿Quieres otra predicción, Blaise? —escuchó Harry que Malfoy le decía a su compañero. El tono divertido y cómplice usado por Malfoy no le dejó dudas que, a diferencia de Harry, Malfoy estaba pasándoselo en grande en aquella soporífera clase de Adivinación.

 

Girando un poco la cabeza hacia atrás, Harry miró de reojo a los Slytherin. No era que les tuviera envidia, por supuesto. Tampoco era que en ese momento estuviera más aburrido que un gusarajo junto a sus amigos Gryffindor, porque Ron ya estaba tirando babas encima de la jodida bola y Neville estaba temblando a causa de la concentración de intentar ver efectivamente algo en ella.

 

Dios, Harry creía que nunca lo admitiría, pero en clases así, juraba que hasta podía extrañar a Hermione.

 

Zabini, Parkinson y Malfoy se rieron más estridentemente, provocando que Harry frunciera el entrecejo. Buscó a Trelawney con la mirada y la encontró haciendo bizcos a un lado de Lavender y Parvati, seguramente fingiendo otra espeluznante profecía como sólo ella sabía.

 

Harry apretó los dientes de la rabia. Si esa hubiera sido una clase de Pociones y Harry y sus amigos osaran reírse como lo hacían los Slytherin, Snape le hubiera quitado mil puntos a Gryffindor antes de pestañear. Trelawney no ayudaba en nada a aminorar la sensación de injusticia mundial que inundaba a Harry en ese momento.

 

A menos que…

 

Harry echó un último vistazo a los Slytherin. Vio a Malfoy inclinarse hacia Zabini y, sonriente, decirle algo al oído.

 

Harry sintió que la sangre se le agolpaba en las orejas. ¡¿Al oído?! No lo pensó ni un segundo más.

 

—¡Profesora! —chilló Harry, llamando la atención de todos en la calurosa torre.

 

Trelawney buscó con sus ojos de lechuza entre las mesas delanteras, no logrando ubicar la fuente de semejante grito.

 

—Profesora —repitió Harry levantando la mano, asegurándose que Trelawney lo mirara a él. Cuando creyó que efectivamente así era, continuó—: Malfoy ha visto una predicción en la bola y quiere compartirla con el grupo.

 

Risitas y murmullos se dejaron escuchar por toda la habitación.

 

—¿De verdad, Draco? —preguntó la profesora, acomodándose las gafas sobre el puente de la nariz mientras miraba fijamente hacia Susan Bones.

 

—Erh… Yo no soy Malfoy, profesora —aclaró la chica regordeta de Hufflepuff, que aunque también era rubia, Harry no creía que fuera excusa suficiente como para confundirla con Malfoy.

 

Y menos cuando Malfoy era tan malditamente atractivo, delgado pero no escuálido, con rasgos finos y porte elegante y por supuesto que Harry de ninguna jodida manera estaba pensando así. Debía ser el sopor que reinaba en el salón.

 

Al ver que la profesora lo confundía con una niña y sobre todo, con una Hufflepuff, Malfoy soltó un bufido de la más pura y sofisticada indignación. Todo un Malfoy hasta cuando bufaba. Todo un aristócrata hasta cuando se enojaba. Harry no pudo evitar preguntarse si también cuando se corría gemía al estilo pijo y acto seguido se dio una bofetada a él mismo.

 

—Es que me estaba durmiendo —le dijo a Ron cuando éste lo miró interrogante por haberse golpeado la cara.

 

—Yo soy Malfoy —dijo Malfoy desde la parte trasera del salón. La profesora Trelawney sufrió algunos segundos mientras lo ubicaba.

 

—¿Tu ojo interior te ha revelado algo, Draco? —le preguntó en su mejor tono solemne—. ¿Quieres compartirlo con nosotros?

 

Harry se atrevió a mirar sobre su hombro. Malfoy lo estaba viendo. ¡Siiiii, Malfoy me ve! Un momento, ¿desde cuándo eso lo alegraba a él?

 

Malfoy sonreía. Y era de esas sonrisas de miedo.

 

—Sí, profesora —respondió en su mejor voz de alumno consentido—. He sido bendecido con una increíble revelación.

 

Sus compinches se rieron y Harry se removió inquietamente en su lugar. Ahora era él el que estaba teniendo una revelación: Le había hecho cosquillas al dragón dormido y ahora pagaría el recibo.

 

—He visto la luz —prosiguió Malfoy en tono teatral y arrancando risas entre sus amigos—. Una profecía increíble, profesora —continuó abriendo mucho los ojos y levantando los brazos.

 

Harry se aclaró la garganta, cada vez más nervioso. Y ahora, ¿qué mierda se le ocurriría a Malfoy?

 

Trelawney parecía quererse desmayar de la expectación.

 

—¿Quién, Draco? ¿Quién se muere? —preguntó.

 

—La virginidad del león —respondió Malfoy—. He visto la manera en que el león se doblegará ante la serpiente, la manera en que le rogará para que lo tome. Porque el león desea a la serpiente tanto que ya no puede vivir sin ella y sin eso que sólo ella le puede dar. Y la serpiente, magnánima y generosa, le otorgará al león lo que le pide.

 

Las risas no se hicieron esperar. Todos miraron hacia los Gryffindor, quienes rojos de furia se querían comer a Harry con los ojos.

 

—Bien hecho, compañero —masculló un rabioso Ron.

 

Harry se giró completamente hacia atrás, sin importarle si Malfoy se daba cuenta si lo veía o no. Sus miradas se encontraron durante un largo momento. La sonrisa pagada de Malfoy retaba a Harry. Los ojos encendidos de Harry le decían a Malfoy la pagarás.

Trelawney se rascaba la cabeza sobre sus infinitos rizos, no muy segura de haber entendido.

 

Ya sabía ella que los ricos rara vez producían buenos videntes entre sus filas.

 

La estúpida, ilusa y supuesta profecía de Malfoy pareció convertirse en la broma favorita contra los Gryffindor durante los días siguientes. Broma a la que los Ravenclaw y Hufflepuff también se sumaban en buen grado y con mucho agrado —los primeros porque tenían inclinación hacia los comentarios inteligentes, y los segundos porque no podían perdonarle a Harry que hubiese sido competencia para Cedric, su campeón.

 

Claro que poco importaba que, de la muerte de Cedric, hubieran pasado ya dos años. Lo importante era hacer leña del árbol caído, y en ese momento, los Gryffindor eran un pino del cual salía la mejor madera para quemar. Y hablando de la admiración que los Slytherin despertaban en los Ravenclaw, hasta Harry tenía que aceptar que a la hora de hacer bromas y de burlarse del prójimo, nadie como los de la casa de Salazar.

 

Harry no había sentido tanto rechazo entre sus compañeros de casa desde aquella ocasión en la que se había empeñado en hacer de Ron el Guardián del equipo de quidditch contra todo buen juicio y razonamiento. Ahora todos lo veían como el culpable indirecto de que Malfoy hubiera tenido oportunidad de soltar aquella memorable mentira que tenía a Gryffindor como la comidilla del colegio.

 

Harry no sabía qué era peor: si el enojo de sus compañeros de casa, ser blanco de continuas bromas y burlas —donde se manejaban apuestas de cuál Gryffindor sería el que sucumbiría al encanto de un Slytherin—, o tener la certeza que él moriría por ser la víctima de Malfoy.

 

Tal vez, sólo tal vez, esa era la parte más insoportable. Harry moría por Malfoy.

 

En el aula de Adivinación no había podido soportar verlo divertirse entre Parkinson y Zabini, porque tenía tantos celos de ambos que no podía aguantarlos. No tenía idea de en cuál equipo bateaba el rubio, por lo que se consumía en envidia roja y ardiente cuando lo miraba secretearse y reír con cualquiera de los dos. Pasaba noches enteras analizando el comportamiento de Malfoy tratando de descubrir si era gay o heterosexual.

 

No era como si tuviera ninguna esperanza con él en el caso de que fuera gay, por supuesto.

 

Y menos ahora que un juego había parecido desatarse entre Gryffindor y Slytherin. Algo jamás visto, y que Snape juraba era lo más vergonzoso acontecido en su casa desde la ocasión que Salazar tuvo que irse del castillo después de tratar de matar a los hijos de muggles con un basilisco.

 

Decía Snape, esto era mucho peor. Y Harry jamás lo hubiera creído, pero por primera vez estaba de acuerdo con el grasiento. Los Slytherin tratando de seducir a cualquier Gryffindor que se les cruzara en el camino era lo más aborrecible que se había visto en Hogwarts en sus mil y pico años de existir.

 

Bueno, concretamente eran los chicos Slytherin los que trataban de cazar a los Gryffindor de buen ver, ya fueran del sexo femenino o masculino. Y Harry supo de buena fuente que entre ellos se jugaba una alta apuesta de ser el primero en doblegar y hacer suplicar a un león por lo que sólo ellos les podían dar.

 

La cara de Harry ardió ante el espectáculo que se encontró en el tablón de anuncios colocado fuera del Gran Comedor, justo una semana después de la fatídica clase de Adivinación.

 

Ron, a su lado, bufó de indignación y miró a Harry con los ojos entrecerrados.

 

—No me digas nada —le pidió Harry, sacando su varita al mismo tiempo—. Ya lo estoy borrando.

 

—Yo que tú no me gastaba, Potter —dijo Malfoy justo a su espalda—. No se puede borrar.

 

Harry apretó los puños en los costados y tuvo que suspirar profundamente para poder ignorarlo. Sin voltear a verlo, aplicó un finite sobre el dibujo móvil que estaba sobre el tablón.

 

Nada.

 

Harry se quedó mirándolo. Intentando evadirse de su cruel realidad y aún a sabiendas de que a esas alturas ya había sido visto por todos los habitantes del castillo, lo único que podía pensar era que el autor tenía que ser un pésimo dibujante.

 

Alguien había pintado sobre el tablero, con algún tipo de tiza mágica e imborrable, a un grotesco y feo león y a una serpiente. El felino, echado sobre su lomo y con las cuatro patas hacia arriba, jadeaba con la lengua de fuera mientras que la enorme y majestuosa serpiente le acariciaba la panza con la punta de su cola. Debajo de ellos estaban trazadas unas palabras.

 

Escoge a tu Gryffindor y a tu Slytherin favorito para cumplir con la profecía del momento. Apuestas serán recibidas en la mesa de Slytherin del Gran Comedor.

 

La risita sardónica de Malfoy se dejó escuchar detrás de él y Harry no pudo soportarlo más.

 

Se giró para encararlo.

 

—¿Quiénes son tus favoritos para cumplir con la profecía, Potter? —le preguntó Malfoy con voz divertida—. Yo ya hice mi apuesta. La serpiente, por supuesto, soy yo.

 

Harry lo miró con los ojos entrecerrados y sintiendo el corazón latiendo a mil por hora. Realmente no quería seguir escuchando, no le interesaba en lo más mínimo saber quién era el león con quien Malfoy deseaba cumplir la jodida y supuesta profecía.

 

—¿Acaso te pregunté, Malfoy? Porque, si mal no recuerdo, jamás me ha interesado tu maldita opinión. Ni antes ni ahora.

 

Malfoy sonrió más.

 

—¿Quieres saber a quién he apostado que será el león? —le cuestionó ignorándolo completamente, como si Harry no hubiese dicho nada de lo anterior.

 

—Eres el mayor imbécil que el mundo haya visto, Malfoy —masculló Ron al tiempo que cogía a Harry del brazo y tiraba de él hacia el Gran Comedor.

 

—Por favor, Weasley, si Potter se muere por saberlo —dijo Malfoy entre risas, las cuales fueron secundadas por sus gorilas—. Pregúntale a él si no es así.

 

—Que te den, Malfoy —le dijo Harry con rabia conforme se alejaban de la pandilla Slytherin.

 

Malfoy soltó una sonora carcajada.

 

—Ni en tus más húmedos sueños, Potter.

 

Apenas traspasaron las puertas, notaron el bullicio en la mesa de los Slytherin. Los integrantes de esa casa, más algunos de la de Ravenclaw e incluso unos pocos Hufflepuff, estaban realmente apostando por su pareja favorita.

 

Harry jadeó de la impresión.

 

—¡No puedo creer lo que están haciendo de verdad! ¿No crees que están llevando esto demasiado lejos? —le preguntó a Ron.

 

Sin dejar de caminar, Ron miró a Harry a la cara con su mejor gesto de incredulidad.

 

—Nooo, qué va. Si me parece que es taaan divertido, ¿sabes? Igual que a todos los Gryffindor.

 

Mientras se sentaban ante su mesa, Harry estuvo a punto de responder algo cuando los lamentos de Neville llegaron hasta ellos.

 

—Pe-pero, ¿por qué siempre yo? —lloriqueaba ante una desconcertada Hermione—. ¿Por qué todo el mundo insiste en apostar que la pareja seremos Zabini y yo? ¡Ni siquiera soy gay!

 

La pareja. Así era como todos habían empezado a llamar a los supuestos Gryffindor y Slytherin que cumplirían con la profecía de mierda de Malfoy.

 

—¡Por lo menos a ti te apuestan con alguien atractivo! —exclamó Ginny luciendo más agraviada de lo que Harry la había visto en años—. ¡A mí me están emparejando con el imbécil de Goyle!

 

Ron soltó un bufido de indignación.

 

—Ya decía yo que el gorilón ése te veía demasiado las piernas. Mi puño tendrá que arreglar cuentas con su nariz —agregó golpeándose una mano cerrada contra la otra mano.

 

Harry no dijo nada. Se sentó ante el desayuno sin una pizca de apetito y analizando en qué momento todo se había salido de control para convertirse en aquella pesadilla tipo Gran Hermano y apuesta por quién sale y quién entra, quien se acuesta con quién y quién no levanta sus calzoncillos sucios del baño.

 

—¿Cuándo dejarán de molestar? —preguntó en voz baja casi como para él mismo.

 

—Cuando deje de ser divertido para ellos —respondió Hermione—. O cuando alguien le dé una sopa de su propio chocolate al famoso vidente que hizo la profecía —añadió en tono cómplice. Harry levantó la vista hacia ella y la descubrió mirándolo intensamente—. Exacto, Harry. Sabes bien lo que quiero decir.

 

Harry la observó boquiabierto durante unos pocos segundos. No era posible que la chica se hubiese dado cuenta que él estaba hasta los huesitos por Malfoy, ¿o sí? Y peor, ¿de verdad ella estaba sugiriendo que un Gryffindor —o sea, él— sedujera a un Slytherin —o sea, Malfoy—?

 

Harry desvió la mirada de su amiga y comenzó a devorar su plato de avena sin decir nada.

 

Ella tenía razón. ¿Qué pasaría si era el león el que le daba a la serpiente y no al revés? pensó Harry con maquinación perversa. Una sopa de su propio chocolate, Hermione había dicho. Matar dos pájaros de un tiro, diría Harry. Tirarse a Malfoy sería poner fin a dos de sus más recurrentes fantasías: la sexual que lo asolaba noche a noche y a la de ver al Slytherin tragándose sus palabras idiotas.

 

Sonrió perversamente y, a su lado, Hermione sonrió también.

 

—Los jueves, a Malfoy le toca la ronda nocturna por el castillo —dijo Hermione como quien no quiere la cosa, sin siquiera levantar la vista de su plato. Sonrió pícaramente antes de añadir—: Me encantará ver que la profecía de Malfoy se cumpla… pero cabalmente al revés.

 

Harry asintió y se rió por primera vez en días. Meneó la cabeza en un gesto afirmativo mientras le aseguraba:

 

—Lo verás, Hermione. Tú y todo el castillo. —Giró su cabeza hacia atrás y sus ojos se encontraron con los grises de Malfoy—. Malfoy descubrirá de la peor manera que soy muy Gryffindor, pero que también tengo mi parte Slytherin.

 

Detrás de la estatua de Fulbert el Temeroso en el tercer piso, había un pequeño y oscuro nicho que estaba como mandado a hacer para los retorcidos propósitos de Harry. Éste había pasado parte de la noche vigilando en el mapa del merodeador los pasos de Malfoy durante su ronda de prefecto por el castillo, y según sus cálculos, no demoraría mucho en pasar por ahí. Ni tardo ni perezoso, se apostó detrás de la estatua del mago más miedoso jamás conocido dispuesto a sorprenderlo.

 

Revisó el mapa de nuevo. Efectivamente, Malfoy estaba a punto de caminar justo por ese pasillo. Harry dobló a toda prisa el mapa y se lo guardó en un bolsillo, colocándose a un lado de la estatua.

 

Escuchó pasos apenas perceptibles y, de pronto, una silueta ágil y de cabeza rubia estaba junto a él. Estiró una mano y atrapó el brazo de Malfoy sobre la marcha, jalándolo hacia dentro del nicho.

 

El factor sorpresa fue crucial para cogerlo desprevenido y poderlo someter. Malfoy sólo pudo mascullar un "¿Qué diablos…?" antes de que Harry lo presionara contra la pared y le colocara ambas manos por encima de la cabeza. Un rápido conjuro de atamiento y tenía a Malfoy a su merced.

 

Era difícil decirlo con la oscuridad, pero Harry podía apostar su varita a que Malfoy estaba mucho más pálido de lo usual. Y su cara de asombro no tenía precio.

 

—¡Potter! —exclamó, incrédulo—. ¿Te has vuelto loco? —Harry se acercó a él sonriendo perversamente y Malfoy se encogió hacia la pared—. Te-te arrepentirás, Potter —susurró el rubio, cada vez más alterado—. No sé qué es lo que pretendes, pero no creo que tenga que recordarte que yo soy un prefecto y que puedo ponerte en detención con la jefa de tu casa y…

 

Harry soltó una risita maquiavélica.

 

—Dioses, Malfoy, nunca hubiera pensado que cuando estas nervioso te pones a balbucear sin control.

 

Malfoy se enfureció y se retorció dentro de las mágicas e invisibles cuerdas que lo ataban contra la pared.

 

—¡No estoy nervioso! ¡Quien debería sentirse nervioso eres tú, gilipollas! ¡Porque en cuanto consiga liberarme de aquí, me las pagarás todas juntas!

 

Harry llegó hasta él y sin dejar de sonreír, levantó una mano hasta su túnica. Malfoy echó una rápida mirada a la mano de Harry, la cual estaba buscándose camino de entrada a través de las pesadas y negras telas.

 

—Me he estado preguntando, Malfoy… —comenzó a decir Harry en voz baja y mirando hacia su mano, encontrando ya con ella el pantalón de Malfoy—, quién es la chica Gryffindor con la que a ti te gustaría cumplir la profecía.

 

Harry escuchó a Malfoy tragar saliva.

 

—¿Y quién te dijo que era una chica? —preguntó de mala manera.

 

Harry no levantó sus ojos hacia él. Sus dedos estaban abriendo el botón y la bragueta.

 

—Un chico, ¿entonces?

 

—No, estúpido, seguramente es Nick casi Decapitado —espetó Malfoy todavía con voz firme y sin perder su característico tono sarcástico—. ¡Por supuesto que un chico! Soy gay, y tú no te molestes en fingir que no lo sabías.

 

Harry detuvo su tarea para mirar a Malfoy a los ojos. No se esperaba que el Slytherin fuera tan sincero.

 

—Soy yo, ¿cierto?

 

Hubo algo que relampagueó en los ojos de Malfoy durante un segundo. Sorpresa y miedo, por lo que Harry podía decir, antes que recuperara la soltura de siempre. Harry no podía creerlo. En un abrir y cerrar de ojos el juego de Malfoy le había dado la espalda y ahora era Harry quien disfrutaba de la situación.

 

Malfoy no le respondió la pregunta. Harry había conseguido abrir completamente sus pantalones y sólo era la delgada tela del calzoncillo lo que lo separaba la mano de Harry del miembro de Malfoy.

 

Harry dejó que sus dedos se mantuvieran suspendidos en el aire, casi rozando la entrepierna del otro chico. No dijo más tampoco, sólo miraba intensamente a Malfoy a los ojos. Su sonrisa se desvaneció lentamente cuando comenzó a notar que la respiración de Malfoy se incrementaba en velocidad y disminuía en profundidad.

 

Harry se lamió los labios y Malfoy entrecerró los ojos.

 

—Potter… —masculló en voz baja pero en un tono cargado de fría intimidación—. No te atrevas. Te mataré. Te juro que te mataré en cuanto me libere de aquí.

 

Harry se rió.

 

—No lo creo, Malfoy.

 

Harry se apoyó contra el cuerpo del rubio, rozando su mejilla contra la suya y respirando justo sobre su oído. Pudo sentirlo tensarse, tirar de sus cadenas invisibles en un desesperado intento por soltarse.

 

—Potter, te lo advierto…

 

—Vamos, Malfoy, no finjas que no te mueres por probar —dijo Harry contra su oreja en un susurro lleno de calidez, sintiendo que su propia excitación se salía de control—. Alguna vez, ¿alguien te ha tocado? ¿Te ha hecho estremecer y temblar de placer? ¿Malfoy?

 

Malfoy se retorció en medio de un escalofrío.

 

—Eso a ti no te importa y no te lo diré —respondió.

 

Harry cerró los ojos cuando el aliento de Malfoy rozó su oreja. Tuvo que recordarse que sólo era un juego, que sólo estaba buscando vengar a su casa de la estúpida profecía y broma de Malfoy… pero eso no quería decir que él no podía disfrutar del proceso.

 

Aunque había un dicho muy cierto que rezaba que no debía mezclarse el trabajo con el placer.

 

Sus dedos tocaron al fin el suave algodón de los calzoncillos de Malfoy. Harry arqueó una ceja, divertido al darse cuenta que Malfoy la tenía totalmente flácida. Se separó un poco de él para poder verlo a la cara. Malfoy tenía la respiración entrecortada y superficial, además Harry juraba que su cara estaba completamente sonrosada.

 

Bastardo, presumiendo tu autocontrol, ¿no? pensó Harry sonriendo perversamente y admirando en secreto al rubio.

 

—Así que… —comenzó a decir Harry al tiempo que metía la mano dentro de la prenda íntima de Malfoy—, muy controlado el chico, ¿no?

 

Malfoy no pudo disfrazar un relámpago de terror que cruzó el gris de sus ojos cuando los dedos de Harry envolvieron su adormilado miembro. Pero se recompuso rápidamente, retomando su característico halo de superioridad.

 

—No es control, grandísimo imbécil —respondió mientras retorcía el cuerpo, tratando inútilmente de liberarse de Harry—. Se llama “no siento ningún deseo por ti, estúpido héroe de pacotilla”.

 

Harry soltó una risa, fascinado ante el despliegue de sarcasmos del Slytherin. El saber que Malfoy era homosexual le brindaba a Harry todas las de ganar. Por más que lo odiara, por más que se resistiera, Harry sabía que no había hombre que no respondiera a caricias directas.

 

Así fue. Poco a poco, la erección de Malfoy comenzó a despertar. Y de igual forma, la de Harry también.

 

La situación estaba desbordando las emociones de Harry sin que lo pudiera evitar. Demonios, ¡después de todo, no estaba hecho de piedra! Percibir ese trozo de carne —tan largamente deseado por él— hinchándose por momentos, erigiéndose en posición de lucha, pulsando sangre ardiente en su interior… era más de lo que podía soportar. Sin siquiera pensarlo, sin poderlo resistir, comenzó a restregar sus caderas contra las de Malfoy.

 

Y por si todo eso no fuera suficiente, tenía justo enfrente el rostro de su Némesis rubio. Observándolo fijamente, a meros centímetros del suyo, mirando la manera en que Malfoy dejó de fruncir el ceño hasta arquear las cejas en un gesto de deliciosa y frustrada sorpresa. Asombro. De su propia reacción, quizá. Del atrevimiento de Harry, tal vez.

 

El punto fue que en menos de un minuto ambos chicos estaban respirando agitadamente, Malfoy soltando jadeos ocasionales cuando Harry le daba un deliberadamente fuerte apretón; liberando lloriqueos entre dientes cuando Harry acariciaba con su pulgar la humedecida punta de su ya goteante erección; mordiéndose los labios y cerrando los ojos ante su abochornante derrota ante el Gryffindor.

 

Porque Malfoy no podría negarlo más. Ya no.

 

—¿Te gusta, Malfoy? —le preguntó con la más malvada intención. Malfoy cerró más los ojos (incapaz ya de mirar a los de Harry) y sólo gimoteó—. Voy a hacer que te corras, Malfoy —le dijo Harry y el rubio jadeó, arrojando la cabeza hacia atrás—. Y entonces, no podrás acusarme con McGonagall, ni hablar de esto con nadie, porque si lo haces, yo les diré a todos que te corriste en mi mano, que logré que jadearas y suplicaras por mí…

 

Malfoy abrió los ojos y lo miró furioso.

 

—Es-eso no es cierto… —consiguió decir—. ¡Y lo sabes bien, Potter!

 

Harry le sonrió con suficiencia.

 

—¿No? —Soltó una risita y Malfoy lo miró con furia, tirando de su amarre por enésima ocasión—. Eso está por verse.

 

Harry se dejó caer hasta quedar arrodillado frente a Malfoy. El jadeo de sorpresa emitido por el Slytherin fue tan audible que cualquiera a varios metros a la redonda lo podría haber escuchado.

 

Harry, lentamente, llevó sus manos a la cadera de Malfoy y le bajó los pantalones y los calzoncillos. Sin emitir más que un susurrante ruido, ambas prendas cayeron hasta las pantorrillas del chico.

 

Malfoy se aterrorizó.

 

—N-no, Potter. ¡Te mataré! ¡Lo juro! ¡Aléjate de mí! —Comenzó a pelear de nuevo, agitando también las piernas lo más que su pantalón enredado le permitía hacerlo. Una rodilla pasó peligrosamente cerca de la cara de Harry y éste, suspirando, tuvo que repetir el hechizo de amarre también en sus tobillos—. ¡Serás cabrón! —le gritó Malfoy cuando lo tuvo completamente inmovilizado contra el frío muro.

 

Harry levantó los ojos hasta él.

 

—Te apuesto que ahora la broma de la serpiente y el león no te parece tan divertida, ¿verdad, Malfoy?

 

Oprimió las palmas de sus manos sobre las caderas del rubio para mantenerlo en su lugar, desviando la mirada de la cara sonrosada de Malfoy hasta su aún pulsante erección. Harry tragó la enorme cantidad de saliva que se agolpó en su boca al instante que esa hermosa polla estuvo ante su vista.

 

A pesar de tener muy en claro que era gay, Harry nunca había hecho nada con nadie más que con él mismo y nunca había visto más penes que los fláccidos de sus compañeros en las duchas. Pero nunca uno así, erecto, bello, perfecto. Enrojecido de placer, brillante en la punta debido al líquido preseminal. Delicioso y tentador.

 

Cerró los ojos. Se suponía que era él quien estaba provocando a Malfoy y no al revés. Respiró hondo y se dispuso a cumplir su cometido.

 

Se quitó las gafas y las guardó en el bolsillo de su túnica, entonces acercó su cara hasta que estuvo tan cerca de la erección de Malfoy que podía olerla. Tal como lo había anticipado, Malfoy se congeló, esperando. Harry se permitió sonreír un poco, saboreando ya el triunfo, antes de abrir la boca y sacar un poco la lengua. Sólo un poco.

 

Y se quedó así. A unos milímetros de la entrepierna de Malfoy, con la lengua casi tocándolo. Sin moverse y sin actuar, respirando por la boca a propósito, con el fin de que el rubio pudiera percibir su hálito ardiente sobre su erección.

 

Esperando.

 

Su treta comenzó a surtir efecto. La respiración de Malfoy se agitó tanto que parecía a punto de sufrir un colapso de pulmón.

 

—Potter… —masculló entre dientes, tan bajito que Harry apenas sí lo escuchó.

 

Harry cerró los ojos para evitar la tentación de darle un lametazo a esa hinchada erección y por fin darse cuenta cuál era su sabor. Continuó esperando. Sabía que, si para él, que tenía el control, era difícil, para el otro tenía que ser peor. Inaguantable.

Malfoy retorció las caderas lo más que sus cadenas invisibles le permitieron hacerlo.

 

—¡Merlín, Potter! ¡Lo que vayas a hacer, HAZLO YA!

 

Harry no estaba seguro si esa era el tipo de súplica que deseaba escuchar, pero no le importó. Era suficiente porque la verdad era que se estaba muriendo por probar. Rápidamente, dio un lametazo por la punta, llevándose todo el amargo sabor salado y viscoso que encontró ahí.

 

Si Malfoy emitió algún ruido, Harry jamás lo supo. Su propio gemido fue todo lo que llenó sus oídos.

 

Nunca antes se la había chupado a nadie, pero eso no lo detuvo ni lo mortificó. Se dejó guiar por sus instintos, realizándole a Malfoy lo que se imaginaba le podía gustar que le hicieran a él. Y en cuestión de segundos, dejó de pensar.

 

Chupó, lamió, jugueteó con la lengua, se ayudó con una mano para acariciar la dureza que no alcanzaba a cubrir con la boca… Percibió a Malfoy empujándose contra él —lo poco que podía separarse de la pared—, elevó los ojos sin alejar su boca de su miembro, lo descubrió mordiéndose los labios en un evidente esfuerzo por no dejar escapar ruidos y, si Harry no hubiera tenido la boca tan llena, hubiera sonreído de satisfacción.

 

Bien.

 

Repentinamente Malfoy se quedó quieto y, sin hacer ningún ruido, se corrió dentro de la boca de Harry. Harry continuó bombeando con su mano hasta que el rubio finalizó, y entonces se alejó de él. Escupió a un lado el semen que llenaba su boca y de inmediato, se incorporó.

 

Cara a cara con Malfoy. Éste abrió los ojos y lo miró con gesto indescifrable. Harry le sonrió y arqueó las cejas.

 

Su propia erección estaba al borde, el simple hecho de habérsela chupado a Malfoy lo había llevado al casi orgasmo. Pero no era que se lo fuera a dejar saber a Malfoy. Ya se encargaría de eso después, en la soledad de la habitación.

 

Levantó la varita y finalizó con los dos encantamientos de amarre. Sin dejar de ver a Harry a los ojos, Malfoy se tomó las muñecas y se las frotó; tenía claras marcas donde las cuerdas invisibles lo habían lastimado.

 

Malfoy lo miró inseguro durante un momento antes de bajar los ojos hacia el bulto que Harry tenía en la entrepierna. Voluminoso y necesitado. Abrió la boca y empezó a tartamudear.

 

—¿Qui-quieres, que… yo…? —Apuntó con un dedo hacia la entrepierna de Harry—. Ehm, ¿me encargue…?

 

Harry sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo. El simple pensamiento de Malfoy envolviendo su erección con su boca perfecta de labios sonrosados voluntariamente era una de sus fantasías más anheladas. Pero… era también una ocasión perfecta para dar el golpe maestro a su plan de humillación.

 

—Esto… —comenzó a decir Harry, apuntándose él mismo hacia la evidencia de su excitación—, se llama “la tengo dura, pero no por ti, iluso” —dijo con voz cruel, deleitándose ante la cara de estupefacción que puso Malfoy—. Y también significa “prefiero tener sexo con Myrtle la Llorona a tener tu boca sobre mí”.

 

Durante un segundo, la expresión de Malfoy fue todo un poema. Un segundo, nada más. Entonces, la indignación hizo acto de presencia.

 

—No sé porqué haces esto, Potter, pero quiero que sepas que me las pagarás —siseó con una audible mezcla de rabia y vergüenza.

 

—Sí, sí, lo que digas Malfoy —dijo Harry mientras se daba la vuelta y se movía hacia fuera del nicho. Miró por encima de su hombro sólo para prevenir que Malfoy no fuera a sacar su varita y lo hechizara por la espalda.

 

Iba a decir algo más, un comentario mordaz y cruel acerca del estado al que había reducido al rubio Slytherin, algo acerca de haberlo dejado con la ropa hasta las pantorrillas, su pene flácido y completamente humillado, pero no pudo hacerlo.

 

Malfoy, que no se había dado cuenta que Harry lo estaba viendo, tenía en el rostro tal expresión de tristeza y derrota que abrumó a Harry por completo. Los ojos clavados en el suelo y con las manos temblorosas, estaba luchando por subirse el pantalón.

 

Harry tragó, la culpa y el remordimiento agolpándose en la boca del estómago. El león Gryffindor que vivía en su pecho le rugió un reclamo, un regaño por aquel inmisericorde acto y franca demostración de cobardía.

 

Tal vez era cierto que al final, el león se doblegaba ante la serpiente. Por lo menos Harry, en su interior, había permitido que su lado Slytherin dominara al Gryffindor. No sabiendo cómo manejar aquello, salió huyendo lo más aprisa que pudo hacerlo.

 

Obviamente, por más que corrió, no pudo escaparse de su propia consciencia. Durante días estuvo debatiendo si debía o no decirle a todo el mundo que había tenido a Malfoy temblando y suplicando bajo sus manos y boca, y así, dar por concluida su venganza. Al final, decidió que no.

 

Por su parte, Malfoy parecía más temeroso y cobarde que nunca. Harry lo descubrió echándole furtivas miradas, como si estuviera esperando que en cualquier momento Harry descubriera ante todos el vergonzoso episodio ocurrido entre los dos. Y como pasaron los días y Harry no lo hizo, el Slytherin pareció respirar de nuevo con tranquilidad.

 

De cierta manera Harry se daba por satisfecho con saber que, al final, Malfoy había suplicado por él. Y sin embargo, lo sucedido no lo hacía feliz.

 

En los meses anteriores, cuando había descubierto que era gay y que Malfoy le gustaba, después del horror y negación inicial, se había conformado en soñar cómo sería estar con él. Había concluido que era imposible, que no pasaría jamás.

 

Y por lo mismo, el habérsela chupado a Malfoy y haber compartido ese momento tan íntimo con él (sin contar que Malfoy había deseado hacerle lo mismo a Harry) no hacían más que incrementar su sensación de que la vida apestaba y con ganas. No dejaba de preguntarse una y otra vez, ¿y si hubiera aceptado que él me hiciera una mamada? ¿Y si lo hubiera besado en la boca? ¿Me habría correspondido? ¿Y si ése hubiera sido el comienzo de algo más?

 

Se daba patadas mentales cuando se daba cuenta que, ahora, jamás lo podría saber. Punto final y deja de pensar.

 

Tantas eran sus ganas de evitar pensar en el tema, que no se dio cuenta que las bromas acerca de la profecía estaban comenzando a desaparecer. Poco a poco la vida en Hogwarts parecía volvía a la normalidad. Y así y debido a sus intentos por distraerse de lo vivido con Malfoy, Harry también olvidó que el Slytherin le había dicho que se vengaría de él.

 

Craso error.

 

 

 

 

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